31 octubre, 2010

Oro en Taichung sin fanfarria

Taichung.— Tras el último strike del relevista Jonder Martínez , Cuba se coronó campeón por oncena ocasión en Copas Intercontinentales, con lo cual se puso fin a estos certámenes, nacidos en 1973, mientras los comentarios sobre la actuación de nuestra selección se dispararon entre la felicidad de retornar al primer puesto en una lid internacional y algunos puntos todavía insalvables o pendientes del béisbol nacional.
La final frente a Holanda resultó un partido cerrado, con gran demostración del lanzador habanero Miguel Alfredo González, quien limitó a dos hits en ocho entradas a la conocida artillería de los “tulipanes”, uno de los conjuntos que no solo le juega siempre bien a los antillanos, sino que ha sido capaz de ganarnos par de veces del años 2000 hasta la fecha.
Es cierto que un cierre ante Taipei de China —cayó con Italia por el bronce 4-3 — hubiera abarrotado el graderío del principal estadio de esta luminosa y ordenada ciudad, pero no sucedió así y como detalle curioso, por vez primera en un torneo oficial de alta envergadura, dos naciones europeas suben al podio entre las tres punteras.
Más allá de los batazos claves del encuentro: doble de Yorbis Borroto que impulsó dos en el tercer episodio y jonronazo enorme de Alexei Bell en el octavo, dentro de lo más emocionante clasificó el relevo de Jonder Martínez, quien vino con bases llenas sin outs en auxilio de Yadier Pedroso y cerró la victoria a ritmo de par de ponches.

Lejos de los números
Cualquier análisis serio de lo sucedido en esta Copa debe dejar fuera los enfrentamientos de Cuba con las escuadras más débiles: República Checa y Hong Kong. La entrada de Giorvis Duvergel como primero en la alineación convenció el por qué hubo que llamarlo a las filas; al tiempo que la colocación de Yulieski Gourriel como sexto turno fue una enseñanza bien aprendida del premundial en Puerto Rico.
Otra vez nuestros lanzadores se lucieron y aguantaron ventajas mínimas ante los peligrosos equipos asiáticos, en tanto la dirección técnica resultó menos morosa que otros torneos para los cambios de jugadores con menor rendimiento. Más alegría y trabajo de equipo se apreciaron ahora y quizás sean los mayores atributos de esta corona.
Sin embargo, quedaron pendientes temas tan usuales como: mayor concentración y mejor selección de lanzamientos a la hora de batear; uso más eficiente y continuo de la velocidad en función de la ofensiva; más aprovechamiento de los errores del contrario, a veces decisivos en partidos cerrados, por solo mencionar algunos ejemplos.
La corona que hoy disfrutamos como algo esperado no debe aplazar análisis concretos que respondan a cómo elevar el techo de nuestras series nacionales, pues el béisbol profesional asiático que enfrentamos ahora –sin descuidar a Italia y Holanda- no dejará de elevar su calidad en las próximas lides de cara al Clásico del 2013.
Sirva entonces este triunfo como cierre internacional alegre, pero comprometido con el trabajo interno. En Taichung retuvimos la Copa, pero sin complacencia. El peso de esta corona solo es posible explicarlo desde la constante superación. Lo otro sería pura fanfarria.

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