24 octubre, 2010

“El Niño” Linares llegó a sus 43

Taichung.- Desde que empezó en el béisbol, Omar Linares, ha celebrado varios cumpleaños fuera de su casa y familia, pues el 23 de octubre ha coincidido con más de un certamen internacional, como ocurrió este 2010, cuando sus compañeros lo felicitaron bien temprano y algunos de manera jocosa recordaron que “El Niño” ha crecido ya hasta los 43 años.
Apodado desde 1985 con ese calificativo a partir de su temprana entrada a las selecciones nacionales de mayores –debutó con apenas 17 años en la Copa Intercontinental en Edmonton, Canadá-, Linares marcó un hito en el béisbol cubano no sólo por sus altos promedios ofensivos, sino también por ser ejemplo de pelotero dentro y fuera del terreno.
Cuando este 23 de octubre amaneció hubo quien también recordó que su hija Samanta cumple en idéntica fecha al padre, de ahí que una llamada para felicitarla llegó segura para ella desde Taipei de China, donde por estos días la XVII Copa Intercontinental roba horas de trabajo al entrenador de bateo del equipo Cuba.
Tampoco faltaron los amigos de siempre, como Germán Mesa, que propuso celebrar con un triunfo sobre República Checa las “43 velitas” del que muchos consideran el mejor jugador del béisbol revolucionario; en tanto el inicialista Alexander Malleta prometió que le ganaría un próximo duelo en la jaula de bateo como regalo de cumpleaños a su entrenador.
“No es la primera vez que sucede, aunque a veces no lo digo y a muchos se les olvida. Es cierto que si se lo debo todo al béisbol no hay mejor forma de celebrarlo que con una victoria, con una mejor y oportuna ofensiva de los muchachos en esta Copa. Luego habrá tiempo para compartir en familia, con Samanta, con todos”, dijo el ex antesalista pinareño, un poco pasado de peso en comparación a los tiempos en que ocupaba el tercer turno de los equipos nacionales.
Linares jugó a la pelota como una prolongación de sí mismo. Jamás se le vio desesperado, ansioso, en un slump inconcebible; jamás alzaba la voz más de lo que debía y nunca falló a la hora buena, en los momentos que la tensión parece arruinar los nervios. Su cuerpo y mente necesitaban, necesitan, al béisbol como la sangre el oxígeno. Su espectacularidad radicaba en ser espectáculo desde la tranquilidad talentosa. Jugar este deporte no era solo una realización personal, sino algo que su cuerpo no le perdonaba dejar de hacer. Por eso, este 23 de octubre, toda la delegación en Taichung no le cantó felicidades, prefirió regalarle el jonrón de la primera victoria ante los checos, camino a la conquista del onceno título de un evento en el cual él también reinó a su antojo, con récord de más juegos consecutivos bateando de jit, atrapadas de leyenda en “la esquina caliente” y un botín de seis doradas.
¿Mejor cumpleaños para “El Niño”? Imposible.

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