
El mérito de los Industriales no estuvo ni siquiera en su duodécima corona, ni en el renacer de un equipo que tuvo una etapa clasificatoria regular y un play off de ensueño. Su mayor virtud recayó en haber propiciado, junto al equipo de Villa Clara, el empujón necesario e imprescindible al béisbol cubano, el mejor de América no por sumas millonarias, sino por calidad, entrega y amor de sus peloteros.

Tuve el honor de acompañar a la tropa de Germán Mesa desde el inicio del recorrido en el Cotorro hasta el Parque 13 de Marzo, en La Habana Vieja. Para jugadores, directivos y veteranos industrialistas las miles de personas que salieron espontáneamente a las calles —hay cálculos que hablan de medio millón— es algo que supera todo lo vivido en estos 49 años de béisbol, incluido el recibimiento a nuestra selección nacional después de su medalla de plata en el primer Clásico Mundial.

Fue esa misma masa de pueblo la que detuvo el paso del tren —averiado por falta de fuerza para subir una empinada calzada— y provocó el traslado sorpresivo y tumultuoso para el ómnibus oficial del equipo azul, justo cuando un río humano de personas se apoderaba, alentada por la emisora local, de todas las arterias de la ciudad, en tanto carros, camiones y todos los medios de transporte se sumaban al jolgorio con el sonido de su claxon.

Solo al final del recorrido, en un lugar histórico, el Parque 13 de Marzo, frente al antiguo Palacio Presidencial, hoy Museo de la Revolución, se reunieron más de 20 mil personas para saludarlos, cantar con ellos el coro: “Oye, que Industriales sí”, seguido por la actuación rápida del popular dúo de reguetón Gente de Zona, que calentó el ambiente a niveles poco creíbles para los que no habían visto todo lo sucedido desde tres horas antes.
No valdría la pena concluir esta crónica sin reconocer que esta furia azul, capaz de contagiar a todo un pueblo durante la tarde del 1° de abril —miles de personas se quedaron sin saludarlos por un cambio del trayecto para ser puntuales en el acto final—, será uno de los acontecimientos socioculturales más grandes en la historia de la capital cubana.
Sirva entonces todo lo vivido, la rivalidad de los ocho finalistas en la postemporada del béisbol cubano y el apoyo popular en cada provincia donde se jugó, como señales positivas y luces mágicas para celebrar en noviembre venidero el aniversario 50 de las series nacionales de béisbol.
¡Todo fue pasión!, ¡pasión y amor!
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