24 enero, 2010

Braudilio Vinent otra vez sube a la lomita


El box para este santiaguero nunca fue un volcán, como muchos especialistas califican a esa zona del terreno. Inteligente, sacrificado, receptivo y sobre todo triunfador en eventos nacionales e internacionales, Braudilio Vinent volvió por unas horas a su posición ideal, la de lanzador estelar. Con su acostumbrada sinceridad hizo el primer envío y ratificó: “sigo dando strikes”.
¿Qué está haciendo Vinent en la actualidad?
“En estos momentos sigo en la Academia de béisbol de la provincia, de la que soy fundador. Trabajé un tiempo con el equipo Santiago de Cuba como entrenador de pitcheo, pero llegó una etapa en la que estaba un poco agotado y Pacheco habló conmigo para que lo ayudara por fuera, apoyando a los muchachos con buenos consejos, ideas, sobre todo con los nuevos que están en el área del pitcheo”.
¿A qué se debió el desarrollo del pensamiento técnico-táctico que logró?
“Cuando me inicié, los entrenadores de pitcheo éramos nosotros mismos: Roberto Valdés, Mario Ferrer, Mario Fernández, Justino Gavilán, entre otros, que nos uníamos aquí, en el estadio Guillermón Moncada y decíamos: vamos a ser esto o aquello. Y era el primero que me desprendía a correr. Me cansaba de darle vueltas al terreno de pelota, 10, 15, y así fuimos empezando. Tuvimos que desarrollar aceleradamente el pensamiento técnico-táctico, porque en esa época había buenos bateadores y para ser lanzador hay que pensar”.
¿Algún momento difícil en esos inicios?
“Tenía buena velocidad, pero era muy descontrolado. Daba bolas como loco. Por eso trabajaba todos los días en el control. Le hice caso a mis compañeros y a un cuerpo de dirección que siempre estaba arriba de nosotros, Roberto Ledo, Francisco Salfrán, Delís, Heredia.
Luego llegó Conrado Marrero, a quien le agradezco siempre haberme pulido como pítcher. Tiraba una curva grandísima, efectiva. Conrado me enseñó la slider que tanto resultado me dio. Trabajé bastante para perfeccionar ese lanzamiento, porque lo tiraba con los mismos movimientos de la recta. Después me reía de los bateadores, aunque algunos me conectaban con facilidad”.
¿Qué equipos o bateador le resultaba más difícil de dominar en aquella época?
“En 1967 era un novato, fue mi primer año. Después fue que empecé a abrirme camino y me hice un pitcher un poco difícil porque como estaba siempre al tanto de todas las cosas, de todas. No obstante, algunos bateadores eran más difíciles de dominar, quizás por haber jugado juntos desde la categoría juvenil como Armando Capiró, Agustín Marquetti, Wilfredo Sánchez. Menciono eso porque son los que tengo en mente, pero había algunos más que me costaba trabajo sacarle out”.
Década del 70. ¿Algún juego o evento nacional que lo hubiera marcado como lanzador?
“Las Selectivas, porque era el torneo más fuerte que había en Cuba. Allí tenías que enfrentar, fajarte, con todos los equipos que eran trenes de jugar pelota. Ese Villa Clara era terrible con Pedro José “Cheíto”, Olivera, Sixto, todavía se habla de ellos. Igual Matanzas con Isasi, y los hermanos Sánchez. Ese evento marcó no sólo a mi, sino a toda una generación porque era muy duro y los equipos se iban superando de juego en juego, de año en año”.
Mundial de 1980 en Japón. ¿Momento más feliz de Vinent?
“Uno de ellos. Para ese juego final me prepararé de lleno porque sabía que los japoneses eran rápidos y chocadores de bola. Antes de empezar, en la reunión del equipo, le dije al manager: “Serbio, una sola carrera y ya ganamos”. La gente pensó que exageraba. Y así fue. Le dí nueve ceros y Antonio Muñoz decidió con jonrón.
“Otro fue en el mundial de 1972, en Nicaragua. Lancé contra Canadá el día anterior a la final y propiné lechada. Pero estaba en el bullpen vestido y me llamaron a relevar con hombres en primera y segunda y debajo en el marcador. En el carrito que llevaba a los pitchers hasta el box le dije a la muchacha que iba manejando: esta victoria te la voy a dedicar. Y respondió: tú estás loco, el juego está perdido. Saqué los tres outs y después vino el jonrón de Marquetti y dejamos al campo a los estadounidenses”.
Ese mismo día lo llamó el Comandante en Jefe, Fidel Castro
“Sí, llamó enseguida y preguntó: Vinent, cuéntame cómo fue eso, y solo pude responderle: Comandante, a pedrada limpia. Otro momento inolvidable fue cuando él estuvo de manager en el equipo que enfrentó al del presidente Hugo Chávez. Fue un juego tenso, porque de tenerlo al lado tú estas tenso, ahora imagínate por más de tres horas de juego”.
¿Y con el equipo de Santiago, qué momentos espectacular guarda en al memoria?
“Recuerdo uno, cuando discutimos final de campeonato, allá en Pinar del Río, con Pineda como manager contrario. En la tarde estaba haciendo ejercicios y vengo relajado cuando oigo que Pineda dice en una entrevista que le están haciendo: “hoy nos coronamos campeón”. Eso me cayó tan mal que le riposté: “oye, Pineda, hoy no, en mi turno, cuando me toca pitchear, no va”, En la noche cuando empezó el juego se lo repetí. Ese día gané y tuvieron que dejar la fiesta para otra fecha”.
¿Qué significaba para Vinent lanzar en el estadio Latinoamericano, a pesar de ser santiaguero?
“Allí recibí muchos aplausos y a veces me sentía contento, porque cuando el desaparecido Armandito “El tintorero” gritaba: Vinent, Vinent, yo lo miraba y le decía: soy el uno. Y eso lo incomodaba muchísimo.
“Lanzar en el Latino hace sentir grande a los lanzadores porque es la plaza donde te evalúan, donde va la gente que más conoce de béisbol. La afición de la capital del país siempre me ha tenido gran afecto porque fui un atleta que lo único que le gustó era pitchear, que el público disfrutara lo que era capaz de hacer encima del box.
“Me daban hit y jonrones como cualquiera, pero no todo el mundo podía darme jonrón y eso de quedarme parado o riendo como veo ahora algunos pitchers. Que va, cuando me daban uno de esos batazos agachaba la cabeza, daba la vuelta en el box y miraba para el suelo porque eso es respeto a uno mismo”.
¿Y dónde queda en su corazón este estadio Guillermón Moncada?
“Esto es la vida. Todo lo que sé de béisbol lo aprendí aquí. Es una escuela, como lo fue el manager Roberto Ledo para todos los atletas de la época mía.
Es el que más nos enseñó, aunque tuve unos cuantos manager buenos, Higinio, Escaurido, Manuel Miyar, Frangel Reinaldo, y en el equipo Cuba Servio, Pineda”.
¿Alguna anécdota especial que lo haya marcado aquí?
“Mis padres nunca habían venido al estadio Guillermón a verme pitchear. Un día se me ocurre traerlos y ese juego resultó fatal. Me dieron una “entra´ de tolete”, hit van, hit viene, en fin, no quiero ni recordarlo. Les dije después: no vengan más al estadio, porque lo quería hacer tan bien que miren el resultado”.
Su retiro motivó polémica sobre si pudo ser antes o después.
“Como no seguía casi los récords, la gente decía que me retirara para no perderlos. Y podía haberlo hecho, pero quería seguir pitcheando. En 1986, cuando lo decidí, me sentía útil, tiraba duro, pero me estaban bateando y ahí subió el récord personal de carreras limpias, sobre todo en los tres últimos años. Ese el momento más difícil para un atleta y no fui la excepción”.
Hay quienes refieren crisis en la pelota cubana actual…
“Es difícil definirlo así, pero muchos jóvenes no se dejan guiar ni ayudar y eso es lo más malo, pues los veteranos les damos ideas y consejos con cariño y siempre para mejorar. A medida que pasa el tiempo los peloteros se van superando y adquiriendo más técnica, pero tiene que prevalecer un buen pensamiento técnico-táctico y mucho amor a la camiseta, a la provincia, a Cuba. Algunos muchachos están pensando ahora más en otras cosas que en eso”.
¿Recibió ofertas para desertar en algún país?
“Sí, muchas. Cheques en blanco y los scouts detrás de mi. Alguna gente andaba preocupada y les decía: despreocúpense que yo voy para mi Cuba y de ahí para La Maya, donde está el grueso de mi familia”.
¿Vive ahí todavía el Meteoro de La Maya?
“Vivo en santiago de Cuba, pero casi todos los días estoy metido en La Maya. Ese lugar es todo para mí. Allí nací, hice toda la niñez, y es sagrado, no solo por el respeto del pueblo, sino por el cariño que me profesan”.
Hay un lanzador que muchos asocian con Vinent por características similares a la hora de pitchear, Dany Betancourt.
“Conversamos todos los días. Es como mi hijo, además es también de La Maya. Siempre le estoy diciendo algo, tienes que cuidarte, tienes que pensar.
Él estuvo lastimado hace un tiempo y fue un momento difícil, pero le dije: tranquilo, tú te recuperas y ahí está.
“Considero que estuvo mal no haberlo incluido para el mundial de Holanda porque es un pitcher que tira bola de rompimientos y es guapo. Su brazo está bueno. Es un muchacho joven, fuerte y que entrena. Hay Dany para rato”.
Hace unos años, estuvo de colaboración deportiva en Japón. ¿Qué experiencia le dejó el paso por ese béisbol?
“He prestado colaboración en Colombia, Venezuela, Italia y Japón. El pitcheo japonés es increíble. Ellos lanzan más de 400 lanzamientos diarios y tienen una constancia tremenda. Si explotan en un juego tienen su castigo, que es seguir tirando hasta que completen los lanzamientos reglamentarios para ese día. Sus brazos no se lastiman. Tienen una preparación física tremenda y saben lo que están haciendo. Ganarles a los asiáticos ahora no es fácil. Su zona de strike es envidiable. Además, ellos recopilan el conocimiento de todos los entrenadores extranjeros que tienen, en especial los cubanos, para trazar estrategias de cómo se nos puede ganar”.
Le quiero mencionar algunos nombres en busca de una definición muy breve. José Antonio Huelga
“Era mi hermano. Por él derramé lágrimas. Siempre andábamos juntos y lamenté muchísimo su muerte”.
Manuel Alarcón
“Uno de mis profesores. Recuerdo que en el bullpen él siempre hacía chistes y cantaba para buscar aliviar las tensiones de los que estábamos allí”.
Antonio Muñoz.
“Otro hermano. Fíjate que cuando estaba de vacaciones venía para Santiago de Cuba. Su luna de miel la pasó aquí. En Italia trabajamos juntos nueve meses”.
Agustín Marquetti
“Ese es de los grandes. No se cansaba de dar consejos y hablar con los peloteros, fundamentalmente conmigo. Cada vez que viajábamos juntos éramos una gran familia”.
Antonio Pacheco
“Capitán de Capitanes. No le gusta el relajo, sino todas las cosas en orden. Hombre sencillo, honesto, y sincero”.
Orestes Kindelán
“Es la inspiración de todos los equipos orientales”.
¿Qué le quedaría por hacer después de tanta gloria?
“El sueño mío es seguirle transmitiendo a toda la nueva generación lo que aprendí. Jamás aceptaría dirigir un equipo. Tengo 62 años y debo descansar. Eso sí, no me pierdo ningún juego de Santiago en este estadio….”.

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