22 noviembre, 2007

La derrota que más duele


Han pasado varios días y aún el tema parece intacto para ser debatido en las calles cubanas. El subtítulo de la selección nacional en la recién finalizada Copa Mundial de béisbol no deja de provocar los más encontrados criterios entre especialistas, aficionados y hasta algún que otro visitante, conocedor de esta disciplina.
Para algunos, es posible sintetizarlo en errores tácticos del director del equipo Rey Vicente Anglada y su cuerpo de dirección, en el partido decisivo contra Estados Unidos, donde todo cuesta caro. Pero la historia parece más complicada y tiene su asiento en la preparación previa que tuvo nuestro conjunto, demasiado corta y directa para una lid en la que la calidad mandó con excepción de dos equipos, Alemania y Tailandia.
Es cierto que no se cambiaron jugadores con bajo rendimiento —específicamente Eduardo Paret y Ariel Pestano— y se confío más en su maestría que en el desempeño presente, pero una Copa se pierde también cuando comienza la desesperación por conectar el batazo oportuno y se extiende el exceso de confianza ante rivales bien preparados.
La derrota duele más no sólo por la costumbre de querer ganarlo todo en el béisbol. Duele por el rival que teníamos enfrente, archiconocido y con el cual no nos gusta perder “ni en el mínimo aspecto”. Y duele también por lo evitable, por las pequeñas cosas que provocaron una merma en el rendimiento ofensivo de este equipo.

HORIZONTE DEFINIDO DE CARA A BEIJING

Dos derrotas consecutivas ante Estados Unidos en los dos últimos torneos internacionales —debemos recordar que en el 2006 sucumbimos en la final del preolímpico celebrado en La Habana— son huellas punzantes en la piel del béisbol cubano.

No hubo ninguna magia en el juego final, el estudio hecho por parte de los norteamericanos a nuestro equipo fue real. Y les dio el provecho que pensaban. Por eso se vieron conectar con facilidad espantosa a los lanzadores antillanos y apenas nosotros pudimos descifrar los envíos de los suyos.
Habrá que pensar de cara a Beijing cómo podemos hacer semejante evaluación de nuestros adversarios, pues ahora nos falló. Conscientes de que el deporte es para ganar y perder, el béisbol cubano no puede darse el lujo de caer, sobre todo si las causas del fracaso eran previsibles.
En el adiós olímpico temporal de esta disciplina estamos llamados a la reivindicación. Y esperamos lograrla.

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