La actuación de los canoístas cubanos en Río de Janeiro fue una mezcla de insatisfacciones y alegrías, más las segundas que las primeras, pero a sólo 11 meses de los Juegos Olímpicos las lecciones quedaron claras: hay talento y tiempo suficiente, sólo resta seguir perfeccionando el entrenamiento.
Para nadie es un secreto que Cuba no posee el prototipo ideal de atletas para esta disciplina —específicamente en lo que respecta a la fortaleza física: músculos largos, fibrosos, altos—, como tampoco los recursos materiales que permitan contar siempre con las últimas embarcaciones del mercado, las cuales mejoran en 2 o 3 segundos el rendimiento de quienes las tripulan.
En el nivel científico-técnico de nuestros especialistas, la constante actualización de los sistemas de entrenamiento y la disposición de los piragüistas descansa la escuela cubana en este deporte, validada por sus resultados mundiales y olímpicos desde finales del siglo XX, sobre todo en la canoa, pues el kayac no ha logrado aún el despegue universal de sus compañeros.
Sin tan siquiera secarse aún de los triunfos dorados en Río de Janeiro, la dupla insignia de esta especialidad, Serguei Torres-Karel Aguilar, monarcas continentales y varias veces medallista en Copa del Mundo, intervino en un compromiso definitorio con respecto a su futuro: el campeonato mundial de la disciplina en Duisburg, Alemania.
Con menos intensidad de preparación que en períodos anteriores —Karel tuvo problemas personales que interrumpieron la preparación, llegó incluso a pensar en el retiro—, el binomio ratificó su estelaridad con una plata en el C-2 a 1000 metros, válido para alcanzar el cupo olímpico, en tanto en 500 cayeron increíblemente a la octava posición después de ir terceros hasta la mitad de la regata.
En opinión de su entrenador, Osvaldo Labrada, este campeonato mundial fue el más difícil del actual ciclo, pues los cinco primeros de cada evento obtuvieron sus pasajes para Beijing, mientras se ganaba en espectáculo —con las pruebas de relevo—, tal y como ha venido sucediendo en las Copas del Mundo
Esta presea es la cuarta para Serguei-Karel en campeonatos mundiales (0-2-2), y con ella Cuba llegó a 11 en estos certámenes (3-4-4), para reafirmarse en la punta de Latinoamérica. En el orden personal, la medalla quitó el sabor amargo que dejó la sequía de preseas del pasado evento universal, así como borró la “maldición” de que en los años antecedentes a los Juegos Olímpicos, los cubanos se iban sin medallas, tal y como ocurrió en el 2003.
“Aprendimos la lección y luchamos además para que no se repitiera lo del año pasado, cuando una mala estrategia nuestra nos sacó de las medallas”, señalaron los canoístas a su regreso, quienes aclararon sus ambiciones para el 2008: “tenemos que continuar la tradición de medallistas en los Juegos olímpicos”, dijo Serguei; “aunque pensamos en regresar con el primer oro del canotaje cubano”, acotó Karen.
La reducida delegación cubana al mundial alemán, Aldo Pruna y Raydel Ramos, submonarcas de los recientes Juegos Panamericanos en el C-1 a 500 y 1000, respectivamente, no pudieron cumplir su principal compromiso y ahora tendrán que buscar su clasificatoria olímpica en un torneo de América, con fecha aún por definir.
De esa misma oportunidad intentarán aprovecharse las embarcaciones del kayac, en especial el K-4 femenino, oro en Río, y uno de los más botes que más ha avanzado y se respeta en el continente en el último año; mientras los hombres deberán perfilar bien su táctica para al menos colar una nave en la cita de Beijing.
El compromiso de cambiar el color de las medallas de plata en el certamen asiático exigirá no sólo voluntad de los canoístas (Serguei y Karel), sino también un entrenamiento casi perfecto. Nadie se llame a engaño, será sumamente duro obtener esa “ganancia” esperada, pero ellos lucharán hasta el último segundo.
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