05 diciembre, 2005

Míster, hablemos de derechos humanos

Discutir de frente ha sido la filosofía de la Revolución Cubana desde hace más de 45 años con sus adversarios, aunque estos, la mayoría de las veces, no se quiten la careta que ocultan con mentiras e inventos. Y por espinoso que sea el tema no rehuimos el debate. Así, Míster, estamos hoy de nuevo en condiciones de hablar sobre los verdaderos derechos humanos, aunque su rostro permanezca detrás del disfraz.
Empezaríamos por la libertad conquistada el 1 de enero de 1959, proceso auténtico de más de cien años de lucha en el cual el pueblo decidió su destino como pocas naciones han hecho: “Revolución sí, golpe de estado NO”. En aquellos tiempos, la admiración por unos “barbudos” que habían derrotado a todo un ejército creció en el mundo, menos en su gobierno de turno.
Y era la primera clase de soberanía de este pueblo, el mismo que nunca se ha pronunciado o involucrado en asuntos internos de otras naciones, aunque eso para usted, Míster, constituya norma y atribución conferida —sin aprobación de nadie— a su dinero, poderío militar y pensamiento hegemónico. ¿Es posible eso discutirlo en una Comisión de Derechos Humanos algún día?
Luego tendríamos que recordarle la Campaña de Alfabetización en 1961 y la formación de médicos, científicos, intelectuales y obreros para crecer de una ruina social en la que dejaron a esta Isla los personajes refugiados en su país como héroes después del triunfo revolucionario. Y poco le importó las torturas y el saqueo que ellos hicieron bajo su consentimiento aquí. Algunos de ellos aún sueñan con regresar, pero jamás han sido juzgados por aquellos crímenes, robos y asesinatos a las madres, el tesoro público del país y cientos de familias.
Con la misma fuerza que hicimos la Revolución reconocemos que nuestra obra es imperfecta. Pero en ella no podrá señalarse nunca una condena injusta y obtusa como la de ser violadora de derechos humanos. Míster, el terrorismo en escuelas, los vejámenes en las cárceles, la codicia de guerras y más guerras, y la política de desaparecidos nunca han sido nuestros métodos.
Tampoco la amplificación de mentiras para ocultar intereses económicos, el apoyo a golpes militares o las violaciones constantes a acuerdos internacionales. ¿Es que acaso eso no clasifica entre los derechos humanos vitales de este mundo, que deben ser analizados también por la ONU y demás organismos internacionales?
Sí, nosotros hemos sido solidarios, pero con libros, conocimientos, medicinas, amor y esperanza. Y ahí están las páginas escritas por miles de nuestros hijos en Angola, Venezuela, Nicaragua y más de cien países, en los que a diferencia de usted solo nos llevamos el cariño y el recuerdo de su gente, nunca sus recursos naturales o parte de su territorio.
Míster, conocemos sus sobrados y burdos mecanismos para imponerle al mundo una mentira más. En los próximos días, la Comisión de Derechos Humanos en Ginebra podrá imponer si así lo dicta su prepotencia una nueva, sucia y ridícula resolución contra Cuba.
Para los fieles amigos y sobre todo, para los habitantes de esta tierra está claro que nadie ha podido hacer más por su gente que esta Revolución. Víctimas de un bloqueo económico diabólico y cada vez más obsoleto, los cubanos tenemos identificados desde aquel enero victorioso los derechos humanos más sagrados.
Y no olvidamos a los que en este planeta ni siquiera conocen su constitución, no votan en elección alguna, desconocen a los partidos políticos, utilizan los periódicos solo para taparse del frío y se acuestan todas las noches esperando tener fuerzas para abrir los ojos al amanecer del siguiente día.
La sociedad civil, el sistema político y la libertad de expresión tienen en Cuba un diseño propio desde hace mucho rato y por propia voluntad mayoritaria. La historia nos pertenece por rebeldes e inconformes, pero también por hacer mucho más que lo que usted, Míster, ha hecho en todo este tiempo.
Hay muchísimas más razones, pero podremos seguir hablando de ellas cuando usted se quite la careta. ¿Será posible algún día?

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