Lo primero que hay que decir es la rara, pero agradable
coincidencia de esta entrevista. Atleta y periodista tienen el mismo nombre y
el primer apellido: Yoel García. Por supuesto, los honores mayores, las disímiles
historias contadas y el motivo de la conversación son del primero, plata
olímpica en Sídney 2000 y monarca en la lid mundial bajo techo de 1997 en
triple salto.
Entre lesiones, injusticias y mucho entrenamiento
transcurrió la carrera deportiva de este saltador, nacido en Isla de la
Juventud, quien nunca apostó sus resultados a la suerte por aquello de que “es
el pretexto de los fracasados”, tal y como reza el verso archiconocido del
poeta chileno Pablo Neruda
De balonmanista a
triplista, ¿casualidad o destino?
En 5to. y 6to.grado fui balonmanista y era bastante bueno,
pero en el curso de 1985 sacaron ese deporte de la EIDE y me proponen atletismo
porque era alto. Medía 1,60 con 12 años. Empiezo haciendo el Combinado uno:
salto de longitud, impulsión de la bala, 80 metros con vallas, 60 metros y 1
000 metros. En la categoría 15-16 comienzo la especialidad por triatlones: 100,
200 metros planos y 110 con vallas. Estaba más enfocado en velocidad y cuando
llegan los Inter-EIDE en Pinar del Río no había vallas y me dijeron: “salta
triple y vamos a ver si llegas al cajón. Y llegué”.
Fue muy parecido a lo
que le pasó a Pedro Pérez Dueñas
Casi igual. Al regresar de esos juegos le dije al entrenador
Eulogio Robles que quería entrenar triple y salto de longitud. Pero como lo mío
es de película, la misma semana que iba a empezar me lesioné un tobillo. Y
saltaba en un solo pie de la pista al albergue, al gimnasio de pesas y me gustó
eso del saltico.
Era la época en que
comenzaron a despuntar buenos atletas
Muchos, entre ellos Iván Pedroso y Yoelbis Quesada, cuya
rivalidad en los escolares era tremenda. Fíjate que en mis segundos Inter-EIDE
fui plata en triple detrás de Iván, que era mejor en ese evento que en salto
largo. Por suerte se quedó después en ese último después de haber saltado 8,22
en los juveniles (se ríe). El Chispa (se refiere a Yoelbis) fue siempre un
fuera de serie y con 15 años subió a la ESPA nacional.
En esa época era también mejor saltador largo que triple,
pero en esos Juegos terminé segundo en triple con 13.89 (en tierra) y fui
primero en mi heat de 80 con vallas.
¿Por qué no el salto largo si eras mejor?
En el primer año juvenil salté 7,36 en un torneo zonal en Sancti Spíritus. En el triple no se pudo porque llovió y todo era tierra. En el campeonato nacional sí lo hice y terminé cuarto con 15,40. Pero hay una gran diferencia, el saltador de longitud es original: corre y salta; sin embargo, el triplista se puede hacer con un vallista o de otra especialidad.
¿Por qué no el salto largo si eras mejor?
En el primer año juvenil salté 7,36 en un torneo zonal en Sancti Spíritus. En el triple no se pudo porque llovió y todo era tierra. En el campeonato nacional sí lo hice y terminé cuarto con 15,40. Pero hay una gran diferencia, el saltador de longitud es original: corre y salta; sin embargo, el triplista se puede hacer con un vallista o de otra especialidad.
¿Y cuándo es que
subes al equipo nacional?
Lo mío no fue tan fácil. En segundo año juvenil me agarró el
Servicio Militar y cuando salí, sin entrenar, salté en el nacional juvenil
15,88 metros en tierra, no en superficie de goma. Después le gané a Héctor
Alberto Marquetti, alias El Muelle, una eliminatoria de triple para un torneo
centroamericano universitario, pero no me llevaron. Lo único bueno es que me
subieron, por fin, en 1993, al equipo nacional, pero en salto largo. En una
confrontación interna en febrero de 1994 salté 16,66 y fue que me pasaron a
triple salto.
Supongo que había mucha rivalidad
Supongo que había mucha rivalidad
En esa época decíamos que el juvenil que no saltara 17
metros estaba atrasado. La rivalidad nos ayudó a todos —éramos como 15— y mi
primera gira internacional fue en 1994. Un año después, en los Juegos
Panamericanos de Mar del Plata terminé con bronce (17,21) y El Chispa oro
(17,67).
¿Te ayudó en lo
personal estar al lado de Yoelvis?
La primera gira fue la más difícil. Yoelbis empieza a
decirme: tienes ahora 17 metros, pero cuando llegue a las competencias no vas a
saltar eso. Sin embargo, yo estaba confiado, por mi juventud y le dije:
olvídate de eso. Empecé con 16,95, luego 16,50, 16,15 y ahí ya quería virar
para Cuba. El Chispa habló conmigo, me
dio consejos y terminé saltando 17,27 en evento en Madrid.
Sin embargo, en mis resultados iniciales influyeron dos
entrenadores Antonio Iznaga y Ramón Saéz.
Este último era profesor de Educación Física y biomecánico. Fue él quien me
enseñó a correr, a saltar, a comportarme.
¿Acaso te enseñaron algún
secreto de la escuela cubana de triple salto?
Para estar bien obligatoriamente no tienes que saltar todo
el triple. Nosotros lo hacíamos con carrera completa el día de competencia. Hay
parámetros que te dan la forma en que estás. Por ejemplo, el quíntuple. Si
saltas más de 24,80 metros con cinco pasos en entrenamiento, debes saltar por
encima de 17 en triple durante el torneo.
¿Es una metodología propia
nuestra?
En el mundo se mide mucho el salto largo sin impulso, pero
nosotros no le hacemos caso a eso. El largo sin impulso te da la potencia que
tiene cada cual, pero no define nada. A
los Juegos Olímpicos de Sídney llegamos 15 días antes y el entrenador Bandera
nos dijo: estamos aquí, pero ya terminé. Estos días se lo planifican ustedes,
díganme qué van a hacer.
Primero entrenamos en la pista y luego saltos en la hierba. Al
otro día igual, y cuando nos dimos cuenta, todos los triplistas, menos Jonathan
Edwards, estaban viendo nuestro entrenamiento. Decidimos irnos a una pista de
lanzamientos, a unos 45 kilómetros de ese lugar donde estábamos. Allá entrenaba
solo Bucka, no iba a entrenar casi nadie.
¿Qué pasó a la hora
cero en Sídney?
Pedían 16,95 metros para clasificar a la final y salté 17,08
en el primer salto. El Chispa lo consiguió en el segundo intento después de un
foul en el primer intento. Recogimos y a descansar.
En la final hacía tremendo frío. Teníamos tres abrigos
puestos y nos coincidió para rematar, con la final de los 400 metros, en la que
estaba Cathy Freeman, un ídolo local. El estadio estaba con tremenda bulla, y
eso afectaba la concentración. Ese día compitió Anier García también.
El Chispa estaba perdido en la carrera de impulso y yo tenía
un poco de dolor en el pie por atrás. Enganché un primer salto de 17,15 metros,
que era importante, porque eso te ubicaba entre los ochos primeros y vas
jugando con eso. Me mantuve toda la competencia en cuarto lugar. El Chispa se
recuperó y saltó 17,15, pero marqué 17,19 y me mantuve cuarto Entonces, en el último intento marcó
17,37 y pasó al bronce, mientras yo bajo al quinto. Luego es que sucede el
salto de 17,47 y paso para plata.
¿Un último salto
inolvidable?
Estaba bien ese día,
aunque con frialdad. Como me quedaba un salto dije, voy a acortar el primer
salto y alargar el segundo, (el mejor segundo que he tenido en mi historia) y
ahí salió el resultado. Tú te concentras y piensas como debe ser el salto. Le
entras rápido a la tabla, no metes el pie debajo de ti, abres la salida, metes
pie debajo de ti porque si lo alargas disminuyes fuerza. El primer salto largo. Si saliste de él,
vuelves a subir para el segundo. Y en el tercero subí como salto largo, me metí
un tiempo en el aire y cuando caí, sabía que había logrado algo grande. Pensé
que era más largo.
¿Quién fue el primero
que te felicitó?
El Chispa, porque ahí somos uno, es Cuba contra los
británicos. Después la gente del relevo, Anier y algunos más
¿Esa plata olímpica
fue lo más grande en tu carrera?
Fue muy importante, pero debo decir que estaba muy contento
con mi oro mundial bajo techo. Esa medalla
fue lo máximo, porque había visto a Aliukka López, a Iván Pedroso, a Sotomayor
cuando ganaron. Y después de serlo me decía: campeón mundial. En el 2000 me sentía
con posibilidades de ser medallista, esa es la verdad.
¿Preferías competir bajo
techo o al aire libre?
Me sentía cómodo en las dos. Muchas veces a los saltadores se
les dificulta el bajo techo porque tienen muy larga la carrera de impulso y no
le cabe en las pistillas. En el triple se despega 13 metros atrás del cajón,
entonces tienes que subirte en el peralte y a la gente no le gusta eso. En
cuanto al aire libre, debo revelar que nosotros siempre entrenamos con el aire
en contra en Cuba.
Seguimos con buenos
triplistas, pero los resultados internacionales no son los mismos
En mi opinión los entrenadores ya están viejos. El problema
principal de Yargelis Savigne es que no le hace caso a Milán Matos. Además, los
métodos rusos que nuestros entrenadores heredaron poco a poco también se han
ido revolucionando y hay muchas cosas por hacer todavía. Si te fijas, ahora los
triplistas del mundo entero no saben saltar, solo corren duro. Nosotros somos
mucho más técnicos que ellos, más potente, pero estamos corriendo más lento.
¿Qué paradigma tenías
como deportista?
Yo tenía un ídolo desde el punto de vista deportivo que era
mi hermano, bueno en todo y fallecido hace algunos años.
En triple salto al que más admiré es a Yoelvis Quesada. El
más fuerte era Aliecer Urrutia y el más técnico Iván Pedroso, que era
extremadamente exquisito y criticón. La competitividad de Anier era digna de
imitar. La consistencia y sistematicidad de Sotomayor también. En su vida no
dejó de entrenar un día y hasta en la noche iba al estadio. Ellos eran
ejemplos.
¿Cómo terminó tu carrera?
En el 2004 me llevaron a la gira.
Fuimos El Chispa, Yoandri Betanzos y David Giralt. En la segunda competencia salté 17,05, pero me lesioné en Salamanca. Decidieron que no valía nada de la gira para
ir a los Juegos Olímpicos de Atenas, sino una competencia en Cuba y el
Iberoamericano. Cogí cuarto porque evidentemente estaba lesionado.
Llegué al estadio normal en
septiembre y resulta que mi nombre no estaba en ningún lugar, ni en el comedor,
ni en los cuartos, en ningún lugar. Es así, cuando los entrenadores se casan
con los jóvenes se olvidan de los viejos.
¿No te hicieron retiro oficial?
En el atletismo no se hace retiro
del deporte activo. Soto no está retirado, ni Anier, Iván, ni nadie está
retirado. Trabajé en la Comisión Nacional de Atletismo desde el 2006 hasta el
2009. Viré en el 2010 para la EIDE de la Isla de la Juventud porque siempre
cogía oro en el triple salto y longitud. Quería aprender a entrenar.
Qué harías para revitalizar el atletismo cubano?
En los Juegos Escolares se están
rompiendo récords nacionales y en los juveniles se compite duro. No goza de
mala salud nuestro atletismo. El eslabón perdido está en el tránsito de los
juveniles al equipo nacional. Abogo por
una renovación de los entrenadores. Somos alérgicos al cambio, pero nadie es vitalicio.
¿Le queda alguna espina a Yoel en cuanto a medallas?
Sí, una mundial al aire libre. Se
me escapó en el 2001, cuando fui cuarto lugar. Viajé sin entrenador. Después de
tres rondas se reagrupa el grupo y un ruso que no había saltado nunca 17
metros, saltó 17,44, pero como estaba detrás en la rotación no me percaté y
nadie estaba ahí para alertarme, pues yo vigilaba a los que estaban delante. No
vi ese resultado y perdí el bronce.
En lo personal también quedó una
espina. Quise estudiar Derecho, pero no pude. Estuve 12 años para terminar la
Licenciatura en Cultura Física.
¿Cómo has logrado convivir con la fama?
Normal. En La Habana me identifican
más que en la Isla, pero tuve la suerte de ser de estar rodeado de una
generación de atletas muy famosos. Pérez Dueñas, Soto, Pedroso, Anier, Luis Mariano
Delis, Silvia Costa, Aliuska, etc, todos súper modestos a pesar de ser
campeones. Y eso fue lo que recogí.
¿Qué significa la Isla de la Juventud?
Lo máximo. Nací y me crié aquí.
Agustin Pavó cuando llegué a la Habana me dijo: esto es una máquina de moler
gente y tienes que tratar de que te muelan el mayor tiempo posible. Cuando
estaba cargado de los entrenamientos me fugaba para la Isla y los entrenadores
me conocían y sabían que estaba aquí.
¿Y si volvieras a nacer?
Sería baloncestista. Decía siempre
que el atletismo era un trabajo y el baloncesto mi deporte. Todavía lo juego,
soy defensa atacador, pero esa es otra entrevista.
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