Guadalajara.- A pesar de que nunca dudamos en alcanzar el segundo lugar en la tabla de medallas —así lo expusimos en un análisis inicial publicado en nuestras páginas—, la actuación cubana en estos XVI Juegos Panamericanos puede calificarse de emotiva, excelente y patriótica, más allá de los 58 oros y las 136 preseas en total.
Por espacio de 16 jornadas competitivas, las tensiones de nuestro pueblo estuvieron centradas en ver a sus deportistas confrontar con lo mejor de América, medidor importante —aunque no determinante— para valorar las posibilidades reales de cara a los Juegos Olímpicos de Londres 2012, al tiempo que muchas disciplinas cumplían su principal reto del actual ciclo deportivo.
Justo es señalar que el valor mayor de lo alcanzado radica en la entrega total de nuestros deportistas, en ese esfuerzo supremo hecho para sobreponerse a las carencias materiales, topes internacionales y adaptación a una altura nada despreciable como la de esta ciudad.
Otra vez saltan a la vista datos, ejemplos y posibilidades reales que deberán ser analizadas con inteligencia y visión de futuro, pues mantener el subliderato que conquistamos en Cali 1971 será más difícil en cada edición cuatrienal, dada la elevada preparación de los adversarios, la desmedida profesionalización del deporte y el fuerte componente económico que eso implica.
A correr y combatir
Guiados por el atletismo y los deportes de combate, tal y como ha ocurrido históricamente, Cuba sumó el 74 por ciento de sus doradas. Por cuarta ocasión en citas de este tipo logramos tomar la punta en el campo y pista con una cosecha de 18 oros, idéntica a la alcanzada en La Habana 1991 y Mar del Plata 1995.
Más allá de lo cuantitativo, a esos títulos los acompañaron ocho récords panamericanos de talla mundial, como lo fueron el 13.10 segundos de Dayron Robles en las vallas cortas; el envío de 87,20 metros de Guillermo Martínez en la jabalina, o la altura de 5,80 de Lázaro Borges en el salto con pértiga, por solo mencionar algunos.
El hecho de que Estados Unidos y Jamaica no hayan acudido con sus primeras figuras no resta méritos al desempeño de los nuestros. A la fiesta estaban invitados todos y aprovechar las debilidades del contrario siempre ha sido un recurso imprescindible en el deporte. Nombres como los de Adriana Muñoz, Andy González, Lesyani Mayor, Roberto Skyers y Omar Cisneros se unieron a los establecidos y levantaron el mayor botín de la delegación.
En esta misma frecuencia de premios mayúsculos se ubican los deportes de combate: lucha (9), boxeo (8), judo (6) y taekwondo (2), capaces ellos solo de empujar la locomotora en los finales, sin que mediara un bajo nivel. ¿Qué la lucha libre pudo aportar más? ¿Qué al taekwondo se le escaparon dos cetros como mínimo? ¿Qué el judo varonil debió aportar más de un campeón? ¿Qué el boxeo pudo haber tenido un 100 por ciento de éxitos?
Todo eso es cierto y los análisis posteriores deberán buscar explicaciones y soluciones a esas aristas, como también resultó imperdonable perder dos claras opciones de monarcas en la lucha y el taekwondo por no cumplir el peso requerido. Hay que ser más disciplinado y exigente desde la báscula hasta el combate final.
Solo la esgrima (0-0-3) y el kárate (0-1-2) no aportaron primeros puestos en este conjunto de disciplinas, algo que se presumía difícil, pero que pudiéramos revertir con una atención más personal a las figuras que más cercan están de lo más alto del podio.
Una interesante diversificación
En la lejana Ciudad Guzmán, nuestros piragüistas (4-3-2) lucieron mejor que sus hermanos remeros (3-4-2) y se anotaron en la lista de los once deportes que Cuba tuvo al menos un campeón y entre los seis que dominaron sus respectivos medalleros en esta justa tapatía (atletismo, lucha, taekwondo, boxeo y pesas).
Aplausos merecidos y entre signos de admiración para el ciclismo, liderado por las jóvenes campeonas Arlenis Sierra y Lisandra Guerra, y una tripleta inédita en la ruta femenina, que clasifica, sin discusión, como uno de los hechos más disfrutados por nuestro pueblo de estos Juegos. “El ciclismo fue deporte nacional por un día”, escribió con toda razón un colega aquel inolvidable 22 de octubre.
Aunque quedaron una corona por debajo de sus objetivos, los halteristas recuperaron el lugar de privilegio por naciones que no lograban desde la versión de 1995, todo eso sin contar aún con preseas en el sexo femenino, las cuales urge potenciar con pasos sólidos y gigantes.
Gracias a la certera puntería de Dianelys Pérez, el tiro no pasó inadvertido en la gloria panamericana. Potencialidades para más de un oro había, pero imponderables increíbles como el de la pistola de Leuris Pupo impidieron crecer la bolsa de premios dorados. Una clasificación olímpica más a las dos que ya tenían fue otro balance positivo.
Finalmente la pelota vasca, con el virtuosismo de la pareja Rafael Fernández- Azuan Pérez, aportó un primer lugar en la pelota de cuero en el frontón de 36 metros que llenó de optimismo a muchos de cara a próximas ediciones de este tipo, siempre y cuando puedan acceder a los principales circuitos de esta especialidad.
Sorpresas que son historia.
Sin lograr el anhelado oro, otras disciplinas rindieron una faena encomiable, encabezadas por el nadador Hanser García, con su plata y bronce en los 100 y 50 metros libres, respectivamente; el badmintonista Osleni Guerrero, segundo en el individual varonil, y las nuevas Espectaculares Morenas del Caribe, subtitulares de leyenda frente a uno de los mejores equipos del mundo, Brasil.
No debemos olvidar el viceliderato del karateca Dennis Novo, ni los bronces colectivos del elenco varonil de tenis de mesa, las muchachas del sóftbol y las dos formaciones de arquería. Precisamente por la entrega, sacrificio y amor con que esos deportistas lucharon sus preseas, no podemos dejar de mencionarlos en cualquier comentario final.
La mira hacia Londres, Veracruz y Toronto
En un contexto cada vez más enrarecido por todos los fenómenos extradeportivos que rodean y perturban esta actividad, Cuba no debe sentirse triunfalista y complacida totalmente con el resultado en Guadalajara. Haber alcanzado una de oro menos que hace cuatro años en Río de Janeiro y una medalla más en el total es la expresión certera de que seguimos en la elite, pero con el “corazón en la mano” de todos los involucrados, dígase deportistas, entrenadores, fisioterapeutas, médicos, federativos, etc.
Nuestro sistema deportivo, creado en estos últimos 50 años, sigue siendo la base más cercana y real para explicar este segundo escaño por naciones. Tal y como se predijo, Estados Unidos volvió a tener menos de 100 oros, mientras México aprovechó como pocos la condición de sede para levantar su rendimiento.
¿Podremos garantizar, con mayor planificación de recursos, una mejor preparación para nuestros clasificados olímpicos y a quienes buscarán similar boleto muy pronto? La hora del festejo orgulloso debe mirar también hacia Londres 2012 y al venidero ciclo olímpico que comenzará en Veracruz 2014 con los Juegos Centroamericanos y del Caribe y continuará con la XVII edición de los Panamericanos en Toronto 2015.
A los incrédulos y pesimistas que nunca confiaron y pusieron barreras o cifras que significaban perder el segundo lugar, solo resta decirle, sin petulancia, pero con honor y dignidad: “al que no quiere caldo… ¡58 oros!”.
Por espacio de 16 jornadas competitivas, las tensiones de nuestro pueblo estuvieron centradas en ver a sus deportistas confrontar con lo mejor de América, medidor importante —aunque no determinante— para valorar las posibilidades reales de cara a los Juegos Olímpicos de Londres 2012, al tiempo que muchas disciplinas cumplían su principal reto del actual ciclo deportivo.
Justo es señalar que el valor mayor de lo alcanzado radica en la entrega total de nuestros deportistas, en ese esfuerzo supremo hecho para sobreponerse a las carencias materiales, topes internacionales y adaptación a una altura nada despreciable como la de esta ciudad.
Otra vez saltan a la vista datos, ejemplos y posibilidades reales que deberán ser analizadas con inteligencia y visión de futuro, pues mantener el subliderato que conquistamos en Cali 1971 será más difícil en cada edición cuatrienal, dada la elevada preparación de los adversarios, la desmedida profesionalización del deporte y el fuerte componente económico que eso implica.
A correr y combatir
Guiados por el atletismo y los deportes de combate, tal y como ha ocurrido históricamente, Cuba sumó el 74 por ciento de sus doradas. Por cuarta ocasión en citas de este tipo logramos tomar la punta en el campo y pista con una cosecha de 18 oros, idéntica a la alcanzada en La Habana 1991 y Mar del Plata 1995.
Más allá de lo cuantitativo, a esos títulos los acompañaron ocho récords panamericanos de talla mundial, como lo fueron el 13.10 segundos de Dayron Robles en las vallas cortas; el envío de 87,20 metros de Guillermo Martínez en la jabalina, o la altura de 5,80 de Lázaro Borges en el salto con pértiga, por solo mencionar algunos.
El hecho de que Estados Unidos y Jamaica no hayan acudido con sus primeras figuras no resta méritos al desempeño de los nuestros. A la fiesta estaban invitados todos y aprovechar las debilidades del contrario siempre ha sido un recurso imprescindible en el deporte. Nombres como los de Adriana Muñoz, Andy González, Lesyani Mayor, Roberto Skyers y Omar Cisneros se unieron a los establecidos y levantaron el mayor botín de la delegación.
En esta misma frecuencia de premios mayúsculos se ubican los deportes de combate: lucha (9), boxeo (8), judo (6) y taekwondo (2), capaces ellos solo de empujar la locomotora en los finales, sin que mediara un bajo nivel. ¿Qué la lucha libre pudo aportar más? ¿Qué al taekwondo se le escaparon dos cetros como mínimo? ¿Qué el judo varonil debió aportar más de un campeón? ¿Qué el boxeo pudo haber tenido un 100 por ciento de éxitos?
Todo eso es cierto y los análisis posteriores deberán buscar explicaciones y soluciones a esas aristas, como también resultó imperdonable perder dos claras opciones de monarcas en la lucha y el taekwondo por no cumplir el peso requerido. Hay que ser más disciplinado y exigente desde la báscula hasta el combate final.
Solo la esgrima (0-0-3) y el kárate (0-1-2) no aportaron primeros puestos en este conjunto de disciplinas, algo que se presumía difícil, pero que pudiéramos revertir con una atención más personal a las figuras que más cercan están de lo más alto del podio.
Una interesante diversificación
En la lejana Ciudad Guzmán, nuestros piragüistas (4-3-2) lucieron mejor que sus hermanos remeros (3-4-2) y se anotaron en la lista de los once deportes que Cuba tuvo al menos un campeón y entre los seis que dominaron sus respectivos medalleros en esta justa tapatía (atletismo, lucha, taekwondo, boxeo y pesas).
Aplausos merecidos y entre signos de admiración para el ciclismo, liderado por las jóvenes campeonas Arlenis Sierra y Lisandra Guerra, y una tripleta inédita en la ruta femenina, que clasifica, sin discusión, como uno de los hechos más disfrutados por nuestro pueblo de estos Juegos. “El ciclismo fue deporte nacional por un día”, escribió con toda razón un colega aquel inolvidable 22 de octubre.
Aunque quedaron una corona por debajo de sus objetivos, los halteristas recuperaron el lugar de privilegio por naciones que no lograban desde la versión de 1995, todo eso sin contar aún con preseas en el sexo femenino, las cuales urge potenciar con pasos sólidos y gigantes.
Gracias a la certera puntería de Dianelys Pérez, el tiro no pasó inadvertido en la gloria panamericana. Potencialidades para más de un oro había, pero imponderables increíbles como el de la pistola de Leuris Pupo impidieron crecer la bolsa de premios dorados. Una clasificación olímpica más a las dos que ya tenían fue otro balance positivo.
Finalmente la pelota vasca, con el virtuosismo de la pareja Rafael Fernández- Azuan Pérez, aportó un primer lugar en la pelota de cuero en el frontón de 36 metros que llenó de optimismo a muchos de cara a próximas ediciones de este tipo, siempre y cuando puedan acceder a los principales circuitos de esta especialidad.
Sorpresas que son historia.
Sin lograr el anhelado oro, otras disciplinas rindieron una faena encomiable, encabezadas por el nadador Hanser García, con su plata y bronce en los 100 y 50 metros libres, respectivamente; el badmintonista Osleni Guerrero, segundo en el individual varonil, y las nuevas Espectaculares Morenas del Caribe, subtitulares de leyenda frente a uno de los mejores equipos del mundo, Brasil.
No debemos olvidar el viceliderato del karateca Dennis Novo, ni los bronces colectivos del elenco varonil de tenis de mesa, las muchachas del sóftbol y las dos formaciones de arquería. Precisamente por la entrega, sacrificio y amor con que esos deportistas lucharon sus preseas, no podemos dejar de mencionarlos en cualquier comentario final.
La mira hacia Londres, Veracruz y Toronto
En un contexto cada vez más enrarecido por todos los fenómenos extradeportivos que rodean y perturban esta actividad, Cuba no debe sentirse triunfalista y complacida totalmente con el resultado en Guadalajara. Haber alcanzado una de oro menos que hace cuatro años en Río de Janeiro y una medalla más en el total es la expresión certera de que seguimos en la elite, pero con el “corazón en la mano” de todos los involucrados, dígase deportistas, entrenadores, fisioterapeutas, médicos, federativos, etc.
Nuestro sistema deportivo, creado en estos últimos 50 años, sigue siendo la base más cercana y real para explicar este segundo escaño por naciones. Tal y como se predijo, Estados Unidos volvió a tener menos de 100 oros, mientras México aprovechó como pocos la condición de sede para levantar su rendimiento.
¿Podremos garantizar, con mayor planificación de recursos, una mejor preparación para nuestros clasificados olímpicos y a quienes buscarán similar boleto muy pronto? La hora del festejo orgulloso debe mirar también hacia Londres 2012 y al venidero ciclo olímpico que comenzará en Veracruz 2014 con los Juegos Centroamericanos y del Caribe y continuará con la XVII edición de los Panamericanos en Toronto 2015.
A los incrédulos y pesimistas que nunca confiaron y pusieron barreras o cifras que significaban perder el segundo lugar, solo resta decirle, sin petulancia, pero con honor y dignidad: “al que no quiere caldo… ¡58 oros!”.
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