13 agosto, 2013

Fidel, el deportista de todos



Las horas de este 13 de agosto llevan no solo la felicitación para un hombre en el que coinciden, entre muchas cualidades y retratos, capacidad política, estatura universal, cultura enciclopédica, humanidad desbordada, amor de guerrillero, carácter indomable y una visible pasión deportiva.
Fidel está de cumpleaños y en la mente de los vinculados a la actividad física será recurrente su presencia en escenarios deportivos, la preocupación por el atleta lesionado, el consejo oportuno ante un juego decisivo o su apoyo desde las gradas y hasta en el mismo banco de un estadio de pelota.
Estará también el recuerdo a las primeras series nacionales de béisbol cuando jugaba pelota en un estadio repleto sin su traje verdeolivo; su visita al buque Cerro Pelado luego del regreso de los Juegos Centroamericanos y del Caribe en Puerto Rico 1966; la defensa de los principios de la solidaridad olímpica en 1984 y 1988, o sus visitas a Ana Fidelia Quirot en las primeras horas del accidente y a Lázaro Vargas después de su operación.
¡Ese es el Fidel de todos! Al que nunca será posible dedicarle unas simples felicidades, porque el cumplió con el deporte todo lo que vaticinó en 1959: lo llevó tan lejos como fue posible: primer lugar en Centroamérica y el Caribe desde 1970, ganar unos Juegos Panamericanos como los de La Habana 1991, ser quintos en unos Juegos Olímpicos: Barcelona 1992 y contar con miles de profesores y licenciados en Cultura Física son apenas ejemplos incuestionables.

Ser una potencia olímpica a partir del concepto de asumir el deporte como derecho del pueblo es la expresión más sincera para resumir su pensamiento sobre cómo debe ser la práctica del ejercicio físico en función de la salud, del bienestar social, de la recreación, del esparcimiento sano y libre.
Por eso este 13 de agosto recordaremos también sus carreras de 800 metros en sus años de estudiante; las canastas por montones en los partidos de baloncesto de la década del 60 del siglo pasado en la Ciudad Deportiva y el famoso último strike frente a Chávez en un juego donde jamás se ponchó.
En todos los casos Fidel miró con paso firme, nunca triunfalista, sin dejar de tener una sonrisa motivadora. Por eso, al deseo de que tenga una salud eterna, de roble, de padre; al mejor regalo que podamos entregarle hoy no deben faltarle las 87 velas del movimiento deportivo más auténtico, que lo ha considerado siempre un campeón.  ¡Felicidades, Fidel!, ¡Felicidades, campeón!

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