12 septiembre, 2012

Béisbol cubano: ¿Cómo se apuntala un techo?

Ha finalizado el recorrido por todas  las provincias del país de la dirección  nacional de béisbol para escuchar y recoger,  por tercera ocasión en poco más  de un año —hubo encuentros similares  en agosto del 2011 y enero del 2012—  todas las propuestas e ideas posibles  para un cambio de estructura en la serie  nacional. 
Lo aplaudible del debate deja ver  muchas interrogantes para quienes desde  hace mucho tiempo sostenemos que  elevar el techo del béisbol cubano trasciende  modificar solo el armazón o calendario  del principal espectáculo deportivo  del país. Este propio semanario  en septiembre del pasado año abrió una  polémica idéntica a la actual con decenas  de opiniones de lectores que fueron enviadas  a la propia Federación Cubana de  la disciplina. 
A eso habría que sumar lo poco creíble  y hasta paradójico que resulta decidir  a estas alturas la nueva estructura, en la  cual lo único confirmado es que serán 16  y no 17 equipos los aspirantes al máximo  banderín. ¿Por qué no se hizo este bien  llamado “Congreso del béisbol cubano”  desde que concluyó la campaña anterior  en mayo? ¿Alguien puede convencernos  de que la venidera estructura no está cocinada  ya, si como se ha informado la definición  final se tomará en horas? 
¿Podrán analizarse concienzudamente  en tan corto tiempo las más de  100 propuestas hechas, con ventajas,  desaciertos, apoyo de los protagonistas,  etcétera? ¿Acaso el gasto económico de  esa selección 17 que ya está entrenando  no es preocupante para el INDER?  ¿Por qué limitar a un solo tema estas  esperadas discusiones si el fenómeno  es más complejo y no existen antecedentes  ni espacios de este tipo para hablar  a camisa quitada sobre la pasión  de los cubanos? 

La bola pica entre dos… 
No descubrimos el agua tibia al asegurar  que los principales problemas de nuestra  pelota se resuelven jugando, jugando y jugando.  Pero desde las cuatro esquinas de  cada barrio —por cierto, adónde habrán  escapado las pelotas de goma para “jugar  a la mano”— hasta las categorías pequeñas  y juveniles (sub 12, sub 15, sub 18 y  sub 21), con ligas municipales y provinciales  de larga duración, no menguadas  por falta de esféricas, bates o guantes. 

La recuperación gradual y mayor estimulación  para esos activistas que nunca  dirigieron en series nacionales, pero  descubrieron miles de peloteros en todo  el país y enseñaban el ABC de este deporte;  el rescate de terrenos que fueron  plazas claves para los primeros batazos  de grandes estrellas y hoy son utilizados  en otras disciplinas; así como una reorganización  y actualización metodológica  a muchos entrenadores de base son ejes  para apuntalar el techo que queremos sin  tantas teorizaciones. 
Por supuesto, resulta imprescindible  celebrar la Liga de Desarrollo  a la par del torneo élite, pues es la  única forma de que jueguen esos peloteros  que mañana llenarán estadios  para vitorearlos. Se impone escuchar  más las experiencias de nuestras glorias  deportivas de la misma manera  que no deben quedar en las aulas el  asesoramiento asiático recibido en  meses anteriores. ¡Ojo!, los extremos  siempre son malos y lo que a nosotros  nos ha dado resultados positivos a los  japoneses quizás no y viceversa. 
Para elevar nuestro nivel —insisto,  va más allá de quedar o no en el primer  lugar de un torneo internacional— hay  que comprender que no todos los peloteros  pueden recibir iguales estimulaciones  materiales, pues eso desmotiva muchas  veces a los de mejores rendimientos.  Eso no justifica, pero sí incide en algunos  actos de venta (meriendas, uniformes,  guantes, etcétera) en pos de obtener un  filón monetario en medio de una sociedad  con profundas transformaciones  económicas. 
No considero descabellado lanzar la  propuesta de categorizar a nuestros peloteros  en A (quienes sean llamados a una  preselección nacional), B y C, a quienes  vayan cumpliendo ciertos indicadores de  calidad o provengan de las filas juveniles,  respectivamente. La lógica aspiración  de ser como los mejores hará rendir  más sobre el terreno, con el consiguiente  premio que eso signifique. 
Hay que jerarquizar igualmente  a nuestros árbitros, pues nada puede  desestabilizar más un torneo que tantas  zonas de strike como árbitros pasen  por el home. Asimismo, y siendo consecuentes  con la política de cuadros del  país, los directivos en todos los niveles  del béisbol cubano deben tener como  máximo dos períodos de mandato, para  garantizar continuidad, dialéctica y renovación.  ¿Acaso no existen personas  capacitadas para ese lógico relevo? 

La bola se va elevando…  No habrá nada mágico en la 52 Serie  Nacional siempre y cuando se intente  resolver lo epidérmico y no lo esencial,  lo sustancioso del problema. Las grandes  potencias del béisbol en el mundo  han articulado su vida interna y preservado  su espacio internacional bajo  una premisa que nosotros hemos olvidado  en los últimos años por razones  objetivas y subjetivas, más las segundas  que las primeras. 
El verdadero crecimiento hay que lograrlo  a través de las ligas menores y universitarias.  Solo jugando mucho a esas  edades se adquieren habilidades, oficio y  profesionalidad. Luego toca perfeccionar  la maestría deportiva alcanzada en torneos  élites. Descuidar eso pudiera hipotecar  el futuro más cercano, a pesar del  gran talento natural que nace en Cuba  para las bolas y los strikes. 
Finalmente, no quiero dejar de mencionar  la inestabilidad de los directores  de equipo en nuestro pasatiempo nacional,  algo que veremos nuevamente en el  venidero certamen con seis mánager debutantes,  cinco de ellos en conjuntos que  el pasado año también cambiaron de timoneles:  Santiago de Cuba, Holguín, Camagüey,  Sancti Spíritus y Pinar del Río.  En el caso de Guantánamo es justa la liberación  de Agustín Lescaille después de  un lustro de trabajo. 
¿Acaso otro de los problemas actuales  de nuestro béisbol no es la poca e  insuficiente preparación de personas  para esa estresante responsabilidad?  ¿Cuándo se acabará el mito de que los  juegos y los campeonatos los ganan los  equipos y los pierden los directivos? Un  gran jugador no tiene que ser directamente  proporcional a ser un excelente  mánager. 
Aunque las líneas se acaban, no se  agota el tema. Ponerse de acuerdo es  tan difícil como llegar a la luna ahora  mismo en avión. El Tercer Clásico  Mundial toca duro a las puertas en tan  solo seis meses. Nunca es tarde si la dicha  llega, diría el más optimista ante  esta fiebre de opiniones, “misterios” y  motivaciones despertadas antes de la  temporada. 
No obstante, y como resulta imposible  renunciar a la pelota como parte indisoluble  de la cultura cubana, recordemos,  al estilo del escritor Leonardo Padura, la  importancia de lo que está en juego hoy,  más allá de si sale Metropolitanos o se fusiona  Isla de la Juventud con Mayabeque;  de si son 90 o 67 partidos en esta serie; o  de si habrá o no selectiva después de los  increíbles play off: 
“Todavía hay algo que nada ni nadie  ha podido alterar en la vida de los  cubanos: el sueño de un niño que, ahora  mismo, en cualquier placer, en una esquina  o incluso solitario ante una pared,  lanza una pelota y se ve en medio  del estadio Latinoamericano. Mientras  esa fantasía siga persiguiéndonos no  hay que preocuparse por lo esencial: seguimos siendo cubanos y la pelota es  todavía el primer sueño que, sin saber  muy bien por qué razón, la mayoría de  los cubanos acaricia en la novela que  cada uno escribe con su vida”.  

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