15 enero, 2011

Para que la Vuelta no se vaya a bolina

La noticia de la no realización de la Vuelta Ciclística a Cuba este 2011 sacudió a la familia de la disciplina, que desde el retorno del clásico en el año 2000 había estabilizado sus andanzas de febrero con un certamen trascendente, pues más allá de lo deportivo es de las fiestas socioculturales más esperadas en toda la nación.
Más allá de los reales argumentos que cancelan este clásico: "el reordenamiento necesario en el plan de competencias nacional e internacional que lleva a cabo el Instituto Nacional de Deporte, Educación Física y Recreación (INDER)", la incertidumbre sobre el futuro del giro antillano vuelve a renacer, muy diferente a cuando se interrumpió en 1970, 1975 y 1982.


En esos años se decidió posponerla, primero por la zafra de los 10 millones, luego por la celebración tardía en octubre de 1974 de la justa (única vez que se ha celebrado en ese mes) y la celebración en 1975 de los Juegos Panamericanos en México. Casi por idéntica razón: los Juegos Centroamericanos y del Caribe de La Habana 1982 se canceló la justa de ese año.
Más tarde, con la llegada del período especial hubo un receso obligado y prologando (1991-1999), en los que se perdió una generación completa de ciclistas, que apenas pudieron asistir a varias Vueltas en América por invitación. El área de ruta se vio en franco retroceso, mientras la pista, con el aprovechamiento del velódromo Reinaldo Paseiro, creció hasta monarcas mundiales juveniles y medallas panamericanas.
Un notable esfuerzo e impulso llegó con el nuevo siglo. Apoyo coordinado de todas las provincias, en especial de los gobiernos locales, así como mucha entrega de la familia del ciclismo y la dirección del INDER permitió recuperar la Vuelta a Cuba por once años consecutivos, en los que los nombres de Pedro Pablo Pérez, Damián Martínez, Arnold Alcolea —monarcas cubanos en estas ediciones— se hicieron cotidianos y famosos para millones de personas en la Isla.
Para que la Vuelta a Cuba "no se vaya a bolina", como diría un refrán popular, muchas ideas tendrán que florecer desde ahora, en función no solo de recuperar el espectáculo de esta caravana de pedalistas, sino también de hacerlo con el menor gasto posible y la mayor calidad. Estamos hablando de casi 200 personas —incluye deportistas, jueces, periodistas y personal organizativo— que día a día se mudan de provincia hasta llegar a la capital tras trece días de intenso pedaleo.
¿No será posible buscar alianzas con las principales empresas de cada provincia y el país para auspiciar el certamen, a partir de lo que representa para todo un pueblo? ¿Alguien puede olvidar que organizar este tipo de evento sin accidentes y con calidad demuestra un país maduro, preparado y listo para empeños mayores? ¿Por qué no dejar en 11 días el periplo, aunque eso exija que tres provincias dejen de recibir la Vuelta un año para recibirla al siguiente?
Por el momento, aprovechemos este impás de la Vuelta para competir en tres invitaciones recientes: Vuelta al Táchira, Tour de San Luis y Vuelta a Chile. Lo alcanzado en esta última década por el ciclismo cubano: campeones mundiales de mayores en la pista y la primera presea olímpica —ambos ejemplos en la pista y logrado por damas— son también frutos de las Vueltas Ciclísticas a Cuba, esa que nació en 1964 y no debemos dejar morir, por la felicidad de millones de personas, esas que ahora mismo suspiran con dolor, aunque comprenden la necesaria decisión.

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