20 septiembre, 2007

De cuando Yuyú se bañó en Río


“He hablado demasiado y mira ver lo que publicas”, me dijo en una conversación informal, sin grabadora ni libreta de anotaciones, una de las ineludibles de nuestra actual selección femenina de judo, Yurisel Laborde, doble campeona mundial, bronce olímpica y santiaguera de corazón, aunque Holguín la persigue en sus sentimientos.
Entonces no había ganado el título universal en Río de Janeiro —su cuarta presea consecutiva en estas lides—, el mismo escenario que un mes antes la vio caer por una corona que le ha sido esquiva frente a la misma rival: la de los Juegos Panamericanos ante la brasileña Edinanci Silva.
“No es que sea invencible ni mucho menos, pues le he ganado en otros torneos, pero su estilo encaja con el mío y tanto en el 2003 como ahora en el 2007 aprovechó los mínimos errores que tuve”, dijo con total sentido autocrítico Yuyú, (así la conocen y le dicen todas sus compañeras), quien “quisiera borrar esos dos momentos de mi carrera, aunque no puedo…”
Su sonrisa habitual y contagiante es casi directamente proporcional a la lista de premios que empiezan en sus Juegos Escolares, desde la EIDE Orestes Acosta, hasta el más reciente en el XXV campeonato mundial, donde en los últimos cuatro segundos del combate final liquidó las aspiraciones de la japonesa Sae Nakasawa, por segunda ocasión consecutiva a este máximo nivel.
Cualquiera diría que Yuyú se bañó en Río con la misma dosis dorada de maestría que en su momento le impuso a ella otra grande, Noriko Anno de Japón, para impedir que pasara del segundo puesto del planeta en las citas del 2001 y 2003. Ahora la antillana es la reina, la referencia obligada en los tatamis del mundo y también ¿por qué no? la menos preocupada de su categoría.
“Y decir que cuando empecé en el equipo nacional ni siquiera integraba selección para torneos internacionales en mi división. Odalys Revé, Sibelis Veranes y luego Diadenis Luna era un trío ganador a nivel mundial y olímpico”, recordó una de las hijas más queridas de las tierras orientales, en especial de Holguín.
Tanto es así, que tras el emocionante y precioso retiro del deporte activo de la fenomenal Legna Verdecia en esa provincia, llegó a confesar “si siempre es así, me encantaría retirarme aquí”, aunque rápido aclaró que por el momento eso está bien lejos, o mejor, sólo tiene previsto pensarlo después del resultado en los Juegos Olímpicos de Beijing. “¿Y me lo preguntas? Luchar por el oro”
Pero es tan sincera como sus resonantes ippones. “Practicaba atletismo en los eventos de lanzamiento, aunque lo que me gustaba eran los deportes de combate, pero sucede que donde vivía no había matrícula. Fue una suerte que al entrar en la EIDE pudiera pasarme para judo y que mis padres estuvieran de acuerdo. Ellos se imaginaban mis gustos”. ¡Bendita suerte!, decimos todos hoy.
Con un carácter fuerte, pero agradable, Yuyú anda siempre pensando en la posibilidad de superarse a sí misma, sin tener en cuenta qué contraria enfrentará. “Cuando salgo a combatir no pienso en la historia ni las medallas de las rivales, sólo en hacer buen judo y salir airosa. Esa es la premisa que ha guiado los triunfos de nuestra selección por casi dos décadas, y por eso nos respetan en el mundo”.
La familia del judo femenino, dirigida por el carismático Ronaldo Veitía, ya suma 14 monarcas del planeta —con los oros de Driulis y Laborde hace apenas una semana— desde su debut en 1987. Un denominador común prevalece entre todas ellas, la confianza de nuevos triunfos y la sencillez en medio de la fama. Yurisel Laborde, o simplemente, Yuyú, se despidió a punto de entrar en su próximo combate: “He hablado demasiado y mira ver lo que publicas …”

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