22 enero, 2006

Osleidys Menéndez, enamorada mundial de la jabalina


Hay entrevistas que uno sueña realizar y otras que impone el ritmo diario. Cuando se cruzan ambas ideas son tantas las preguntas que el tiempo pactado se desmorona. Así ocurrió con Osleidys Menéndez, la atleta más destacada de América este 2005, con la única diferencia que conversamos primero con sus recuerdos, las grandes aspiraciones, su deportiva familia y la vida toda, a través de testimonios disímiles pero frescos en la memoria del periodista.
Luego de festejar su 26 cumpleaños el pasado 14 de noviembre, la recordista mundial y olímpica del lanzamiento de jabalina estuvo dispuesta a contestar nuestras interrogantes. Sin embargo, fue tan completa y humana esa primera conversación que las preguntas previstas quedaron pospuestas para cuando la jabalina tome vuelo de nuevo y caiga, con la misma fuerza de todos estos años, más lejos que ninguna otra en el mundo.
Una niña talentosa
Mi familia siempre practicó mucho deporte. Mi madre —Dora Saéz— fue corredora de atletismo y hasta jugó un poco de softbol, mientras que mis hermanos no se quedaron detrás y compitieron en pelota y atletismo. Cuando empecé solo soñaba con ser campeona olímpica, mundial y panamericana. “Sueños de niña”, decían algunos, aunque después del récord en los Juegos Nacionales Escolares (47,78 m) la gente tomó un poco más en serio aquellas palabras soñadoras de la niña.
Fuera de liga en la categoría juvenil
A los 16 años gané el título mundial juvenil en Sydney y dos años después —por todavía tener edad juvenil— repetí ese título en Francia, con récord para esa categoría (68,17). Fue la primera primacía que impuse a nivel del planeta y de esa época tampoco olvido el séptimo lugar del campeonato mundial de mayores en 1997, muy importante para una novata de 17 años. Ser escogida en 1998 la mejor atleta juvenil del mundo en mi disciplina resultó, como todas esas noticias de premios, muy estimulante pero comprometedor.
Acelerado ascenso con una medalla olímpica
Después del oro en los Juegos Panamericanos de Winnipeg (1999) llegó el bronce olímpico en Sydney, una medalla especial porque enfrenté a jabalinistas más experimentadas como la noruega Trine Solberg-Hattestad, que impuso récord olímpico en esa justa. Al tirar 67,34 en la clasificatoria pensé que podía dar una gran sorpresa en la final, pero ese día solo llegué a 66,18, válido para el tercer lugar. Salí también muy contenta con ese bronce porque en 1999 se había cambiado el modelo de jabalina y, a pesar de eso, pude mantenerme en la elite mundial.
La Isla de Creta y Edmonton, despegues definitivos
El primer récord mundial en la categoría de mayores (71,54) el 1 de julio del 2001 en la Isla de Creta, en Grecia, tuvo dos matices importantes. Primero, sucedió meses antes del campeonato mundial de ese año y segundo, rompió la barrera de los 70 metros para las mujeres desde el cambio de la jabalina en abril de 1999, pues con el modelo antiguo la alemana Petra Felke llegó a los 80 metros exactos.
Esa temporada tuve una exitosa gira europea y llegué al campeonato mundial de Edmonton con el favoritismo de todos los especialistas. Allí lancé 69,53 y gané mi primer oro a ese nivel. Además, obtuve los títulos en los Juegos Mundiales Universitarios de Beijing, China (69,82) y en los Juegos de Buena Voluntad (66,14). Fue el despegue definitivo de mi carrera, aunque sabía que tenía que seguir perfeccionando mi técnica.
Un año para no recordar
El 2003 ha sido el más amargo de mi vida. Y lo digo sin rodeos porque el quinto lugar del campeonato mundial de París y el tercero en los Juegos Panamericanos de Santo Domingo significaron golpes inesperados. En este último torneo no sé que pasó, pero la jabalina no me caminaba más. Sé que muchos apostaron incluso hasta por una nueva marca para el continente, pero no pude. Esa noche fue interminable. Estuve horas llorando, sentada en un lugar de la Villa Olímpica y pedí que nadie me molestara. Y no lloraba por haber perdido el oro, sino por vergüenza con mis compañeros y con el pueblo.
Gloria olímpica en Atenas
Recuperada de ese año fatídico, mi entrenador Dionisio Quintana y yo hicimos un trabajo profundo para que no se repitiera la historia en los Juegos Olímpicos de Atenas. Volví a ser la misma del 2001. Algunas molestias en el brazo desaparecieron y cuando debuté en la clasificatoria estaba convencida de que para quitarme el oro había que tirar la jabalina bien lejos, pero bien lejos…
El récord olímpico (71,53) lo tenía en mente por la preparación hecha. Haberlo logrado en el primer lanzamiento me dio tranquilidad, aunque hasta que no compitió la última atleta no estaba nada decidido. Disfrutar la gloria olímpica es lo más grande, y más si la acompaña un récord.
Más records, más títulos
Al campeonato mundial de Helsinki este año fui otra vez con la idea de batir el récord y recuperar el título que perdí en el 2003. Si tiraba por encima de 70 metros estaba cerca de ambas metas. Mi entrenador, como siempre, me pidió paciencia antes de la competencia, pero estaba tan bien, que en el calentamiento rocé esa marca en los dos lanzamientos.
Los periodistas me preguntaron después en la conferencia de prensa si era una espina clavada lo que tenía, a lo cual les respondí que era una deuda conmigo mismo, pues no me preocupa nunca el pasado, sino mirar con optimismo el presente. Así disfruté mi segundo oro y récord mundial (71,70).
Están cerca los 75 metros
Ese es el sueño ahora, pero tomará tiempo. Quiero ser la primera lanzadora de jabalina del mundo en superar los 75 metros, pero un récord no se planifica en dos días, sale cuando menos te lo imaginas. Aunque uno se prepara para ellos con calma, sin presión. Quizás en el 2007 o el 2008 pudiéramos hablar de esa marca, aunque para ello debo mejorar mi técnica —una de las más estudiadas por otras atletas— sobre todo en lo que respecta a la carrera de impulso. Mi entrenador sabe las claves de cómo lograrlo porque desde los 13 años está conmigo y ha sido capaz de ayudarme y aconsejarme hasta en los peores momentos competitivos, como el del 2003.
María Caridad Colón y Ana Fidelia Quirot
Lo hecho por María Caridad Colón en los Juegos Olímpicos de Moscú es histórico. Cuando ella logró ese oro yo tenía solamente un año. Después se convirtió en una referencia para las jabalinistas cubanas y haber podido imitarlo en Atenas fue un orgullo para mí.
Soy admiradora de Ana Fidelia Quirot porque es una atleta excepcional por su tenacidad y voluntad. Además de ser una mujer admirable por su sencillez.
El misterio del primer disparo
No es ningún misterio. Lo del primer disparo es una táctica que tenemos desde el inicio de mi carrera. El objetivo es ponerle con todo a ese lanzamiento para desestabilizar a las contrarias. Y he tenido siempre buenos resultados, porque además, después no decaigo, es decir, mantengo buenos rendimientos en los otras cinco opciones que tengo.
La mejor de Cuba y América
Estos galardones siempre complacen porque Cuba y América son cunas de buenos deportistas. Las tres veces que he salido electa: 2001, 2004 y 2005 he dicho que ha sido un premio compartido entre mi entrenador, mi familia y yo. Ninguno de esos reconocimientos hace cambiar mi forma de pensar y actuar. Seguiré fiel a la gente que me ha visto crecer y no ha escatimado nada para ayudarme. Y para que nadie se haga ilusiones por el mundo: también seguiré enamorada de mi jabalina.
Hasta aquí la primera conversación con Osleidys Menéndez, extraída de declaraciones y testimonios previos. Para la Diosa de ébano de la jabalina mundial hay muchas más preguntas, pero este periodista se resistió a hacerlas sin antes disfrutar estas sentidas respuestas, y por supuesto, felicitarla por el 2005, año que despedimos con su nombre dorado e invencible.

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