12 diciembre, 2005

Industriales es el oxígeno de la pelota cubana

Agustín Marquetti tenía 7 años cuando en medio de los juegos y maldades de la infancia, tirar piedras, bailar trompos, empinar papalotes y caminar por el monte, bateó por vez primera una pelota en Alquízar. Entonces llevaba de merienda a la escuela lo que su familia pudiera conseguir: pan con guayaba, queque, un mango y hasta trocitos de caña llevó varias veces.
Pero los sueños del pequeño Marquetti estaban en ser pelotero y jugar en las series profesionales que existían antes de 1959. Su primo Héctor Rodríguez, tercera base del Almendares, era uno de sus ídolos, junto a Tony Taylor, Orestes Miñoso, Ángel Scull, entre otros. Casi cinco décadas después, el carismático jugador revela ideas y anécdotas con la verdad y autoridad que ofrece su experiencia.
Marquetti al bate. Comienza la descripción del juego.
-¿Voleibolista antes que pelotero?
-Eso nunca. Practiqué voleibol cuando estaba en la secundaria, pero terminaba con mucho dolor en el brazo —porque remataba bien— y después no podía hacerlo bien en el béisbol. Decidí dejarlo definitivamente en pocos meses. En esa época jugaba tres posiciones: pitcher, primera base y los jardines. Luego me especialicé en primera y llegué a coger más de mil roling diarios.”
-¿Por qué Industriales y no en otro equipo?
-Debo decirte que he sido muy dichoso. Integré el equipo nacional juvenil en 1964 y para la V Serie Nacional del año siguiente escogieron a tres jugadores de ese equipo. Ramón Carneado fue el que me seleccionó para los Industriales, con las deficiencias que tienen todos los novatos. Comenzó a probarme en momentos decisivos de los juegos y conecté batazos oportunos. A mitad de ese propio campeonato era el cuarto bate del equipo insignia de la pelota cubana.
-Tema polémico: Industriales: equipo insignia de la pelota cubana…
-No ando con rodeos. La creación de Industriales se asumió en la afición como una continuación del Almendares de la Liga profesional. Y es cierto que hay similitud en el color azul y en la forma de jugar a la pelota. Todo el béisbol cubano después del Triunfo de la Revolución puede explicarse a través de los Industriales y no exagero ni estoy parcializado. Para mí fue un honor inmenso debutar allí. Es una emoción que con palabras no puedo describir. Estamos hablando de compartir entonces con Pedro Chávez, Urbano González, Antonio Jiménez, Lázaro Martínez, Roberto Ledo, “Guanábana” Quintana, entre otros, en los que primaba amor a la pelota, entrega y humildad.
-Comparemos las diferentes generaciones con las que jugó. ¿Qué particularidades tuvo cada una?
-Me tocó debutar con una generación de lujo. Y cuando llego muchos tenían ya 30 años o más porque habían jugado profesional. La disposición y el amor para jugar primaban. Unas cuantas veces vi jugar lesionados a Chavéz, Urbano, a Germán Águila, por solo citar tres ejemplos. Y si perdíamos nadie se reía en el banco, pasábamos horas callados de vergüenza por la derrota. Esa es la pura verdad.
“Después jugué con la generación de Pacheco, Víctor Mesa, Casanova, Gourriel, Pedro José Rodríguez y hubo cambios —propios de la dialéctica—, pero la calidad humana y deportiva se mantuvo. Ya en los años 90 del siglo pasado la pelota cubana cambió, tal y como lo hizo nuestra sociedad con el período especial. No falta calidad, pero ha cambiado el pensamiento y muchos quieren jugar porque están pensando en algunos provechos económicos que se derivan del deporte, en lugar del amor a la camiseta. Es duro, pero ha mermado la cantidad de buenos peloteros con calidad en comparación a otras etapas”.
-Crece también la deserción de peloteros, tanto jóvenes como consagrados.
-Yo siempre pongo el ejemplo que en once años que estuve en el equipo Cuba no conozco nadie que se quedara. Íbamos a cualquier torneo, panamericano, mundial, centroamericano y los scouts no nos dejaban tranquilos. Comprendo que eran tiempos distintos, cuando nos quedamos sin médicos, sin ingenieros, sin personal calificado, pero el fervor revolucionario nos arrastraba a todos. Salíamos con una dieta de 20 dólares, nos ofrecían miles —que son millones hoy—, pero nadie se quedaba. Soy uno de los que más defiende a los jóvenes y sé lo difícil que es lograr que piensen como nosotros, pero no voy a dejarle de hablar nunca de aquellas cosas que hicieron grande también nuestra pelota, el deporte y la Revolución.
-Volvamos al Marquetti del equipo Cuba, que en 1980 sufrió como un niño la exclusión de esa selección para el campeonato mundial de ese año.-Para entender lo sucedido, debo dar algunos antecedentes. En 1969 bateé 19 jonrones, pero desde 1970 mi frecuencia y cantidad de jonrones disminuyó porque cambié mi táctica de bateo y me dediqué más al tacto, a chocar más la bola, aunque era un jonronero natural. Antonio Muñoz es cierto que daba más jonrones por temporada, pero ese año en los partidos preparatorios conecté diez jonrones en 7 juegos. Servio Borges, manager de ese equipo, impuso como concepción la velocidad en función de la ofensiva, y yo tenía 34 años, por lo que decidieron dejarme fuera, a pesar de mi excelente rendimiento. Cuando me lo dijeron lloré, lloré muchísimo porque entendía que era una injusticia.
-Pensó incluso en retirarse después de ese hecho.
-Quiero decirte que Braudilio Vinent y Julio Romero querían hacer una reunión para analizar mi exclusión de aquel equipo, pero les pedí que no hicieran nada. Otros que decían ser mis amigos hasta ese momento no opinaron y solo estaban contentos porque ellos estaban en la nómina. ¡Otra manera de probar la amistad! Sin embargo, estas injusticias han sucedido, al menos una vez, con todas las estrellas de nuestro béisbol. Sin excepción lo digo, porque conozco y converso con muchos. Y es doloroso, porque al final viven mejor y más felices los que las cometen, que las víctimas.
-Sin embargo, después vinieron siete años de gloria para su carrera.
-El alcalde de la Ciudad de La Habana en esa época, el comandante Oscar Fernández Mell, habló conmigo y me pidió que no me retirara. Después de esa conversación salí convencido de que Marquetti no había nacido en el equipo Cuba, sino que se debía al pueblo. Y la gente me lo ha demostrado de miles de formas en todos estos años. No me he creído nunca mejor que nadie. Soy simplemente un pelotero que necesitó y necesita aún de su pueblo.
-Dos jonrones memorables de su carrera: el de 1972 frente a Estados Unidos en Managua en la discusión del título mundial; y el de 1986 frente a Rogelio García para decidir el campeonato a favor de Industriales. ¿Con cuál de los dos se quedaría si le damos a escoger uno solo?
-Sin pensarlo dos veces, con el de 1972, porque fue contra los norteamericanos, porque di primero uno de foul primero y después vino el bueno, el que decidió la Copa. También por el valor político, por la llamada de Fidel después del juego, por cómo lo vivió Cuba entera. Quizás el hecho de no haber sido filmado —en ese momento se le acabó el rollo a la cámara— influyó en que la gente lo recuerde, pero no esté tan grabado en la mente de muchos como otros espectaculares jonrones. A favor del jonrón de 1986 debo confesar, por vez primera en una entrevista, que lo di lesionado, estaba bajo tratamiento de penicilina por unos vellos enconados. Ni siquiera tomé cerveza en los festejos por el título ese año.
-¿Cómo es la vida en familia 18 después del retiro?
-Tengo que hablar ahora que ella no está (la esposa había ido a preparar café) de Consuelo. Somos novios desde niños, desde que ella tenía 9 años y yo 12. Es la vida mía, madre, amiga, amante y todo lo maravilloso que pueda decirse de una mujer. Si le hubiera hecho más caso, quizás hubiera sido mejor pelotero. Ahora mi nieta Annfer —tengo cuatro, pero esta es la que vive conmigo— me tiene loco y hasta aprendí a bailar reguetón. Por cierto, ya me está ganando en el dominó, otra de mis grandes pasiones.
-¿Alguna espina clavada en el corazón deportivo de Marquetti?
-No haber podido llegar a los 2 000 hits…
-¿Le gustaría dirigir Industriales?
-Nunca me lo propusieron porque al parecer digo muchas verdades en la cara. Me hubiera encantado, pero ya no quiero. Prefiero hablar con Anglada, decirle mis criterios y defenderlos hasta la muerte. Industriales es oxígeno. ¿Conoces algo mejor?

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