05 diciembre, 2005

El golazo de Maradona contra Bush

Lo dijo Maradona como si tuviera otra vez la pelota blanca y negra entre las piernas y el partido irremediablemente tendría que ser ganado por los argentinos. Sonrió con la confianza de los grandes ídolos que convocan multitudes para ganar y ganar. Maradona está de nuevo en juego y, como tantas veces, su rebeldía es sinónimo de victoria. El golazo del Pibe de Oro contra Bush es predecible, verosímil y cierto.

¿A quién se le ocurre ir a bailar en casa del trompo? No sólo de gambetas, tango y mate está hecha la cultura argentina. Maradona lo repitió sin ambages ante las cámaras del mundo desde una Isla que lo admira con pasión: “Bush es un asesino, y nosotros no podemos recibirlo con aplausos y canciones de amor”. Y pareció colar así la primera señal de lo que será el partido decisivo del 4 de noviembre.

Pero el Pelusa fue a fondo. Él comandará un equipo gigante, que entrará con gritos, carteles y con el recuerdo infinito del Che a las calles de Mar del Plata. Y la lista de fichaje rebasará, sin discusión, la de cualquier técnico. Podrán ser 1 000, 2 000, 7 000, 10 000, miles y más miles de personas los que estén dispuestos también a patear el golazo contra el presidente del Imperio. ¿Sabrá jugar fútbol de inteligencia e ideas el señor Bush?

Y como si fuera poco, Maradona prometió que el encuentro será sin tiempo de descanso. El juego durará, con toda seguridad, más de 90 minutos. Y nadie podrá exigirles cambios a los jugadores del pueblo porque no existen árbitros en el mundo que canten “offside” a las marchas, a las verdades, a la dignidad. Eso sí, advirtió muchos penales, por los desaparecidos, contra la injerencia, el ALCA, las guerras, los muertos, el hambre, la miseria, y por cuantas cosas estúpidas y abominables ha hecho este portero de la destrucción del planeta.

Sin embargo, Maradona no lo dijo todo. A ese partido de fútbol mundial o pequeño mundial de política futbolística vendrán personas de todas partes. Nadie quiere perderse la oportunidad de marcar el golazo más urgente de la tierra. Brasileños, venezolanos, uruguayos, cubanos, colombianos, ecuatorianos, chilenos, en fin todos, todos. Sobre el terreno argentino se dará la final adelantada de un campeonato de justicia, que más temprano que tarde tendrá como único vencedor a los pueblos de América Latina.

Y cuando termine el juego, cuando las tribunas y plazas parezcan dormidas, cuando Maradona vuelva a su casa con sus hijas y su familia, empezará los recuentos, las reseñas, los comentarios, la historia fiel del más espectacular de los goles en las propias calles argentinas. Ese que Maradona lo dijo en Cuba como si el gobierno yanqui fuera la pelota blanca y negra que entre sus piernas lanzará a las porterías de la basura, de la mierda y del olvido.

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