Javier Méndez es todavía para los capitalinos y una buena
parte de los seguidores del béisbol en Cuba, el jardinero central de los
“guantazos”, uno de los bateadores de más tacto en la pelota revolucionaria, el
hombre de las lesiones y enfermedades en momentos cumbres, el zurdo que guio a
Industriales a un título de ensueño en el 2003 y anotó la carrera del triunfo
en1986 cuando Marquetti decidió con jonrón ante Rogelio García.
Sin embargo, ahora fuimos a su encuentro no solo para hablar
de esa historia, sino del presente. Su trabajo actual, los criterios acerca de
la pelota que se juega hoy, el polémico viaje a Miami de un grupo de
industrialistas y la necesidad de seguir trabajando en la inyección de valores,
se robaron las casi dos horas de diálogo.
¿De qué manera Javier Méndez está ayudando con sus
conocimientos y experiencia al béisbol capitalino?
Estoy trabajando en la Comisión Provincial de Béisbol como
metodólogo. Somos un equipo que le damos
atención, seguimiento y organización a
las distintas categorías, con su calendario deportivo correspondiente.
Realizamos visitas de inspección técnico-metodológicas a todas las
instalaciones municipales y provinciales, fiscalizamos el funcionamiento
metodológico de la EIDE, la Academia y la EPEF, así como chequeamos a jueces y
árbitros, entre otras tareas. En lo personal, estoy terminando la Maestría en
Gestión y Administración de la Cultura Física.
¿Cuáles son las mayores diferencias y semejanzas entre el
béisbol que jugaste por espacio de 22 Series Nacionales y el que viste hasta la
pasada campaña?
En el béisbol que jugué había gran pasión, amor y entrega en
el terreno. Existía mucha rivalidad entre equipos y jugadores. En cada posición
encontrabas tres o cuatro peloteros con características similares y calidad muy
pareja. Se formaban varios equipos para representarnos en el extranjero y la
diferencia casi no se notaba.
Los aficionados iban al estadio para ver a sus equipos e
ídolos, cómo jugaban, qué hacían, cómo se destacaban y eso despertaba
exaltación en todo el país. Para integrar un equipo provincial debías transitar
y destacarte por diferentes etapas, desde los campeonatos de base, municipales,
provinciales hasta lograr los objetivos que te proponías; en nuestro caso era
Industriales o Metropolitanos.
Además, había que sobresalir para ir a la etapa superior: la
serie selectiva. Luego rendir ahí para
integrar la preselección nacional y finalmente hacer el equipo Cuba.
Todo este recuento es para que veas cuan difícil era ganarse
un puesto en esa etapa. Los tiempos han cambiado, ahora la juventud tiene más
opciones para invertir su tiempo y hay otros factores que atentan contra el
sistema participativo en la base, por tanto, la
selección, calidad de los
jugadores y la propia competitividad han disminuido .Existe mucho talento en el
país, muchachos con un somatotipo impresionante, pero integran los equipos
provinciales sin estar aún preparados para dar el salto, con incorrecciones en
el orden técnico, con deficiencias en su concentración que ensombrecen el desarrollo y brillo de la
competencia.
¿Qué significa Industriales en la historia del béisbol
revolucionario? ¿Por qué consideras que una celebración por sus 50 años en
Series Nacionales no debió pasar por alto?
Son muchas las razones que nos llevan a celebrar ese
aniversario. Se hizo algo cuando llegó la fecha (febrero) y en días recientes
también hubo alguna celebración, pero fue insuficiente tratándose de lo que
representa Industriales para el béisbol cubano.
A quién no le gusta que lo recuerden y feliciten el día de
su cumpleaños. 50 años es una cifra significativa que no debe pasar por alto,
sea una organización de masas, un colectivo laboral o en cualquier esfera,
porque llegar a ese digito merece un respeto. Industriales es el equipo más
longevo de la pelota revolucionaria.
Hay que recordar los cambios en el sistema deportivo cubano,
que pasó del béisbol profesional al amateur, y en ese momento este equipo, con sus cuatro campeonatos seguidos,
jugó un papel fundamental en el reencuentro con la afición. La pasión se fue
apoderando de nuevo y se logró movilizar, cautivar y motivar el seguimiento al
deporte nacional.
Los azules se fueron ganando por derecho propio el título de
equipo insignia de la pelota cubana, es el que más campeonatos nacionales ha conquistado. Unos lo quieren
ver ganar y otros muchos verlo perder, pero estamos de acuerdo que todos
quieren verlo jugar y lleva a los estadios más afición que ningún otro
conjunto. Cuando Industriales está discutiendo la final, el país se paraliza,
las discusiones están por doquier, el seguimiento es total.
¿Cuántos grandes jugadores pasaron y se formaron en sus
filas, cuántas estrellas de este equipo le han dado glorias al país, cuántos
peloteros de otras provincias han deseado llevar ese nombre en el pecho? Fíjate
si es gigante que ya no es solo de Cuba, sino que ha traspasado fronteras y
tiene seguidores en muchos países. Es hermosa la magia que proyecta y lo digo
sin chovinismo. A veces ni nosotros nos percatamos de esa dimensión.
Cada vez que converso con la nueva generación de peloteros
trato de trasmitirle lo que representan para la población, la importancia de
ser disciplinados y de cultivar los valores que nos han enseñado desde la
escuela; que se ganen a la afición no solo de La Habana sino del país con su
comportamiento y su rendimiento; y que nunca olviden a los niños que lo siguen,
admiran y quieren ser como ellos.
Se especuló mucho sobre la visita de 10 jugadores de
Industriales a Miami recientemente.
¿Cuáles eran los objetivos de ese viaje? ¿El show mediático perjudicó la idea
inicial?
Muchas personas por estos días me paran en la calle buscando
información y haciéndome preguntas de todo tipo sobre ese evento. Todo comenzó
a partir de una iniciativa del presidente de la
organización Somos Cuba, Alejandro Cantón, quien tuvo que sortear un
sinfín de obstáculos para llevar a término el proyecto de celebrar los 50 años
de Industriales en Miami, aunque soy del criterio que esa celebración debió
realizarse primero en Cuba.
Viajamos a Miami un grupo de varios campeones olímpicos,
mundiales, ex directores de equipos nacionales y provinciales, que en nuestra
época de deportista activo le dimos mucha gloria, alegría y felicidad a la
patria, y ahora como atletas retirados, desde nuestras actividades, continuamos
dándosela. Que a nadie le quede duda de esto.
Los objetivos del viaje eran varios. Fuimos portando la
bandera de la amistad, la camaradería, el reencuentro, la confraternidad e
intercambio deportivo; del respeto más allá de las diferencias ideológicas o
determinaciones personales con otros
jugadores que hicieron historia en Industriales y hoy residen en Estados
Unidos. Otro objetivo fue ofrecer una imagen que se acercara a los años cuando
éramos jugadores activos y que los aficionados estaban deseosos de ver. Queríamos brindar un bello
espectáculo y dejar un recuerdo positivo de la estancia en esa ciudad. No era una visita de confrontación política,
ni para alejarnos u olvidar nuestros principios.
Todos sabemos lo que ha sido capaz de hacer el deporte en el
mundo y por eso compartimos la osada y polémica idea con los organizadores de
contribuir a cimentar puentes que unieran a cubanos de buena voluntad, deseosos
de reencontrarse con su raíces, con su béisbol, y que vieran jugar al equipo
con el cual crecieron, reconocieron y siguieron por tantos años, el que tantas
alegrías e inolvidables momentos les hizo vivir.
Te cuento una anécdota que reafirma lo anterior. El primer
juego lo perdimos 7-5 y cuando finalizó muchas personas se acercaron para tirarse
una foto, pedir un autógrafo y dejar plasmada la huella de nuestra visita. Le
comento entonces a Padilla que hubiera sido de un impacto muy positivo haber
iniciado ganando, pero una mujer que estaba a mi lado dijo muy emocionada:
“Javier, eso para nosotros no importa,
tener la oportunidad de estar cerca de ustedes, verlos jugar de nuevo, poder
saludarlos y abrazarlos es lo que verdaderamente nos interesa, hoy ganó el
beisbol y ganó Cuba”.
Te explico también que existía preocupación y era de
conocimiento nuestro la posibilidad real de que la extrema derecha de Miami
boicoteara la realización de los partidos previstos, dada su intolerancia,
incomodidad y molestia por un acercamiento entre cubanos de ambas orillas.
Además se creó un ambiente muy mediático antes de nuestra
llegada alrededor de los sucesos que acontecieron con aquel provocador que se
lanzó al terreno en los Juegos Panamericanos de Winnipeg 1999. Salían las
imágenes por televisión, las emisoras de radio contrarias al evento lo
reflejaban constantemente en sus espacios atacándonos con frases y epítetos muy
desagradables que demostraban rencor, resentimiento y odio visceral por nuestra
presencia.
Se cancelaron los juegos en Miami por esas razones y la
presión de la extrema derecha, pero realizamos dos partidos en Tampa (7- 5 y
5-5) y otro en Fort Lauderdale —a 50 km de Miami—, el cual ganábamos 3-0 cuando
vino la lluvia.
A pesar de lo antes expuesto, el ambiente que percibimos fue que algo está
cambiando en la mayoría de esa nueva generación de cubanos que habitan el sur
de la Florida. Una minoría gastada y recalcitrante fue la que estuvo en las
afueras del estadio protestando por nuestra presencia.
En ese último encuentro, el abucheo y la prolongada rechifla
al perturbador y agitador —el mismo de Winnipeg y del partido contra los
Orioles de Baltimore— cuando salía esposado del estadio por tirarse al terreno
fue una muestra que nuestra visita había causado un impacto positivo entre los
cubanos de buena voluntad y ansiosos por reencontrarse con su patria.
Has declarado que nunca fuiste admirador de las Grandes
Ligas ¿Cómo explicarlo a partir de que reunías calidad para estar allí, pero
preferiste seguir en Cuba?
En mis tiempos de jugador nunca seguí las Grandes Ligas,
conocía algunas figuras, pero nada más. Siempre quise jugar y desarrollarme en
mi país, disfrutaba de la rivalidad sana, de la lucha constante con uno mismo
por superarse y brindar un mejor espectáculo a la afición. Estaba convencido
que nuestro béisbol era muy fuerte, existía mucho talento y calidad, es decir,
teníamos nuestras grandes ligas.
Además no concebía la idea de alejarme y estar separado de
mis padres, hermanos, hijos y amigos. Son muchos argumentos sentimentales,
sensibles y patrióticos los que me atan a mi país.
Un ejemplo, cada vez que he estado en el extranjero jugando
o trabajando cuento los meses y los días, me entra una ansiedad por regresar
que debo abstraerme para no enfermar. Es tan grande la atracción por esta
tierra que no pudiera abandonarla jamás.
Actualmente, el deporte está muy comercializado, pagan
grandes sumas de dinero que tientan a muchos atletas tratando de alcanzar esa
meta. Cuba no puede competir con eso, pero dentro de las dificultades
económicas atiende a sus deportistas —hace solo unos días se aprobó una
remuneración para nosotros—, reconoce su labor, los apoya, prepara y educa para
que después de finalizada su vida activa puedan trasmitir experiencias a nuevas
generaciones.
¿Qué valoración haces de otros aspectos del béisbol: nivel
técnico de jugadores, entrenadores y directores, el arbitraje, concepción del
espectáculo, etc?
Nuestro nivel todavía sigue siendo alto como equipo
nacional, pero quedan grietas en los equipos provinciales. Debemos lograr que
nuestros peloteros logren la concentración máxima en todos los eventos que
participen. Y eso también se entrena. Todavía vemos en las series nacionales
jugadores distraídos en los bancos, hablando por celulares o conversando de
todo menos del juego.
No he participado como entrenador o director en nuestro
país, pero estoy en el sistema y algún conocimiento tengo del asunto. El nivel
técnico de los entrenadores, directores y árbitros ha mejorado con seminarios y
cursos, pero el camino es largo y difícil todavía. Hay que superarse
constantemente, buscar lo ultimo y actualizarse porque hay detalles importantes
que desconocemos .Los mánagers deben conocer técnicas y habilidades de
dirección, aportar y tener conocimientos del deporte, ser ejemplo de educadores
,aglutinar, ganarse a sus peloteros y a la afición .
La concepción de espectáculo es una asignatura pendiente.
Tenemos que convertir el juego de pelota en una fiesta y en otra opción de
esparcimiento para la familia cubana. Múltiples iniciativas se pueden realizar.
Una sorpresa al aficionado x que llega al estadio y decirlo
por la amplificación local, un sorteo sobre el conocimiento de fechas
alegóricas al béisbol, la invitación a los niños para visitar el banco de su
equipo preferido y tirarse fotos con los jugadores, el lanzamiento de la primera
bola por un peñista, pequeñas actividades de participación en el quinto inning,
carreras de mascotas de los equipos que están en el terreno, son ideas que
servirían para motivar y entusiasmar más las visitas a los estadios.
Jugaste en Japón y luego trabajaste en Italia como
entrenador. ¿Qué podríamos aprovechar en Cuba de esas ligas?
Siempre fui un jugador disciplinado, pero los dos años en la
liga japonesa contribuyeron a solidificar ese indicador tan importante en la
vida de una persona. Lo aprendido lo puse en práctica a mi regreso: ejercicios
de estiramiento para evitar lesiones y tener preparado el cuerpo para soportar
distintas cargas, repeticiones técnicas de los diferentes aspectos del juego
tratando de acercarse a la perfección en cada momento del entrenamiento,
estudios y atención de los equipos y lanzadores contrarios desde el primer
lanzamiento, por solo citar algunos detalles.
Después de retirado, traté de introducir algunas de esas
cosas en la liga italiana, pero cada campeonato tiene sus propias
características y debes respetarlas y aprender a convivir con eso.
Cuba se está insertando en ligas foráneas. Es una buena
estrategia, ajustada a nuestro calendario, pues la serie nacional no debe
debilitarse ni cambiarse constantemente. Tener la posibilidad de interactuar
con otro béisbol, poder conocer sus fortalezas y debilidades, enfrentarse a un
pitcheo de más calidad y diferente al nuestro es una proyección correcta para
levantar el nivel y calidad que siempre ha tenido nuestro béisbol.
¿Qué se siente luego de 10 años de retiro sin despedida ante
tu afición, como también sucedió con Padilla, Vargas y Germán?
Si me lo
hicieran ahora, ya no sentiría lo mismo. Claro que me queda la insatisfacción
de no haber tenido una despedida oficial. Para esta pregunta no tengo otra
respuesta.
¿Cómo asumes que aún eres referente para niños que no te
vieron jugar, para jóvenes que te imitan y para decenas de personas que
extrañan tus “guantazos”?
Siempre traté con mucho respeto a la afición, no solo de La
Habana, sino del país. Cada salida al terreno sabia que era un compromiso con
ellos. Que muchos me recuerden con agrado, me saluden con muestras de cariño,
de admiración y de respeto es un gran orgullo. Te contaré algo muy sencillo,
pero conmovedor. En el maratón Cinco por los Cinco, conversaba con un padre
sobre varios temas, entre ellos el fútbol —soy fanático a ese deporte—, cuando
se le acercaron sus dos hijos y le dijo: él es Javier Méndez, fue un ejemplo de
jugador dentro y fuera del terreno. Sentí una gran emoción y fue muy
estimulante y alentador percibir como las personas valoran, consideran y
aprecian la impronta que dejaste en tu paso por el deporte. Ese reconocimiento público es el mayor trofeo
que puedo disfrutar sin olvidar jamás.
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