El pasado 22 de abril lo llamé temprano en la mañana para
felicitarlo. Asombrado, pero sincero preguntó cómo me había acordado de su
cumpleaños en medio del trabajo intenso del periodismo deportivo, de la 52
Serie Nacional de Béisbol y de varios meses sin vernos. Solo atiné a
responderle: te felicito por los muchos que quisieran hacerlo y no pueden.
Javier Méndez es todavía para la mayoría de los capitalinos
y buena parte de los seguidores del béisbol en el país, el jardinero central de
los “guantazos”, uno de los bateadores de más tacto que ha pasado por nuestras
series nacionales, el pelotero de las lesiones y las enfermedades en momentos
cumbres, el zurdo que guió a Industriales a un campeonato de ensueño en el 2003
y que anotó la carrera en 1986 cuando Marquetti decidió con jonrón ante Rogelio
García.
Los más jóvenes quizás no recuerden cómo fue posible que se
eternizara en el corazón de los industrialistas su número 17. Debutó con
Metropolitanos (1981-1982) con el 15 en su espalda, pero cuatro años más tarde
vistió el traje azul con el 17 (el mismo de la calle donde vivía en El Vedado),
el cual lo acompañaría hasta su retiro victorioso, cuando a muchos nos parecía
que estaba como el vino: mientras más añejo, mejor.
Pero esta crónica no es de periodista a pelotero, sino de
cubano a cubano, pues Javier debe contar las miles de historias vividas en sus
22 Series Nacionales, los sufrimientos en cada derrota y campeonato no
conquistado, la convivencia con la fama sin perder nunca la sencillez, la
fidelidad a su gente, a su pueblo, a su país, a sus Industriales queridos, por muchas
propuestas monetarias que también recibió en su momento.
Quizás, pocos peloteros de la capital y del polémico equipo
Industriales tengan tanta simpatía en Cuba como él, ganada a fuerza de batazos
oportunos que silenciaban estadios en todo el país; de memorables fildeos que
pueden ser vistos una, dos, cientos de veces; de elegancia y correctas
declaraciones ante el más enconado rival; de una compostura modesta y humilde
sin dejar de ser fuerte y recia sobre el terreno.
En su labor actual como metodólogo provincial de béisbol,
Javier Méndez sabe que aún le queda mucho conocimiento que repartir, aunque la
mayoría de sus amigos no pierden la esperanza de verlo algún día timonear la
nave azul con la que cosechó cuatro títulos nacionales y en la que pasaría a la
inmortalidad como uno de los imprescindibles de todos los tiempos.
Al amigo de Isaac Delgado y Leonardo Padura, al admirador
desde niño de Agustín Marquetti, al diputado nacional (2008-2012), al esposo de
Albita y padre de dos hijos, al futuro Máster en Cultura Física, al amante de
las caldosas y de una buena conversación, le tocó reconocer el pasado 22 de
abril que son 49 hojas del almanaque las que indican la hora actual de su vida.
Y como desde el periodismo es permitida la felicitación en
nombre de los lectores, reciba tarde, pero segura la crónica que le debía,
aunque su libro comience a redactarse muy pronto con un título tentativo: Un guantazo azul al 17.
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